Lo que ha sucedido en la segunda vuelta electoral de la Federación Universitaria Local (FUL) de San Francisco Xavier tendría que llamarnos poderosamente la atención.
Primero. La violencia desatada por el frente perdedor de la contienda democrática, que comenzó en la Facultad de Tecnología, con petardos, piedras y quema de ánforas, la misma que fue luego contenida con agentes químicos por efectivos de la Policía, no es lo que se espera de nuestros estudiantes y dirigentes universitarios, pero lamentablemente es lo que se tiene.
Sin duda alguna, los tiempos han cambiado.
Antes nuestros estudiantes salían a las calles, pero era para luchar contra las dictaduras, para apoyar a los obreros y elevar su voz a favor de los más necesitados. Ahora, lo hacen por mezquinos intereses de poder que, generalmente, no responden a las causas que, en realidad, deberían importarles: mayor investigación, calidad académica y libertad de pensamiento.
No. Ahora lo que se juega son espacios que vienen atados desde más arriba, de actores que digitan desde otras oficinas y deciden qué va a pasar y quiénes deben dirigir la FUL. La Universidad es un feudo y hay que mantener a todos en el mismo redil, para seguir gozando de los privilegios que les da esa situación.
Lo que nos muestra este cuadro es una total falta de independencia y poder de interpelación de los estudiantes, antes actores importantes de la defensa de la autonomía universitaria y de la democracia boliviana, y ahora títeres de las autoridades de turno y de los políticos.
Segundo. Todos los datos extraoficiales y cómputos preliminares daban una aplastante victoria al frente LUCHAR en la segunda vuelta electoral desarrollada el viernes. Ésa fue la razón por la que supuestos simpatizantes de la fórmula rival (FUERZA) desataron violentos ataques contra el material electoral ocasionando la extraña determinación del Comité Electoral de suspender, sin motivo alguno, el cómputo oficial de los votos. Todo esto, sin olvidar que los perdedores de la elección fueron vinculados a la FUL saliente y a la estructura que actualmente domina los más altos cargos de San Francisco Xavier.
Ello, en medio de gravísimas denuncias de un intento de manipular la decisión democrática de los estudiantes, e inclusive de anular todo el proceso electoral, en un abierto desconocimiento de los procedimientos democráticos y en un vergonzoso acto de abuso de poder que podría conducir a la Universidad de San Francisco Xavier a niveles de descrédito y crisis insospechados.
La democracia universitaria es un valor fundamental que se debe respetar por sobre todas las cosas. Es un valor por el cual se ha derramado sangre y sacrificio. Se debe obedecer los resultados, sean cuales fueren, y hay que vigilar que esto se cumpla. La Universidad no es una isla donde, bajo el argumento mal empleado de la autonomía, pueden hacer los que les viene en gana. La Universidad es parte de nuestra sociedad y todos debemos estar comprometidos en defenderla.
El Rector, la primera autoridad llamada a velar por la institucionalidad de esa casa de estudios superiores, tiene ahora la oportunidad y el desafío de hacer prevalecer y respetar la democracia, la autonomía, la pluralidad y la ética en San Francisco Xavier, al igual que el conjunto de autoridades y miembros del comité electoral. Lo contrario les haría responsables directos de un peligroso desmoronamiento del andamiaje institucional de la Universidad.
Alfonso Gumucio Dagron acaba de publicar en su columna “Quien calla otorga” que “La universidad pública en Bolivia ya no es lo que era. El ‘templo de excelencia’ se ha convertido en el vertedero de mezquindades. Aparte de algunas excepciones honrosas, en la universidad boliviana campea la mediocridad y la politiquería. El prebendalismo en la autonomía universitaria ha destruido lo que alguna vez fue un proyecto de independencia intelectual frente al poder.”
Y, al parecer, lamentablemente, así es.
Lo sucedido nos muestra una total falta de independencia y poder de interpelación de los estudiantes, antes actores importantes de la defensa de la autonomía universitaria y de la democracia boliviana, y ahora títeres de las autoridades de turno y de los políticos