El mundo contra el cambio climático

EDITORIAL 07/11/2016
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"La humanidad recordará este 4 de noviembre de 2016 como el día en que los países levantaron una barrera ante los inevitables desastres del cambio climático, y como el día en que comenzaron con determinación a caminar hacia un futuro sostenible". Con esas palabras, la nueva Secretaria Ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático dio el pasado viernes la bienvenida a la decisión de los países más desarrollados del mundo de poner en vigencia el Acuerdo de París.

Hace dos meses, cuando en el marco de la Cubre del G-20 en la ciudad china de Hangzhou el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, informó que había pactado con Xi Jinping, presidente de China, levantar simultáneamente sus objeciones a aspectos medulares del Acuerdo de París, se refirió al asunto en términos muy similares. "Algún día veremos esto como el momento en que finalmente decidimos salvar nuestro planeta", dijo.

Obama no se equivocaba ni exageraba al atribuir tal importancia al acuerdo alcanzado con Jinping pues Estados Unidos y China habían sido hasta entonces los dos países que más se resistieron a comprometerse con el Acuerdo de París. Enorme obstáculo pues, además de ser los principales emisores de gases causantes del cambio climático, sus resistencias impedían que otros países, como los miembros de la Unión Europea (UE), asumieran ese compromiso.

En efecto, como lo previó Obama, un mes después del pacto entre EE.UU. y China, el 5 de octubre pasado, la UE hizo entrega de los documentos de ratificación del Acuerdo en la sede de la ONU. Hasta ese momento, los 61 países que ya lo habían ratificado sumaban sólo el 47.7 % de las emanaciones globales, lo que impedía poner en marcha el instrumento legal.

La importancia de esos hechos es enorme pues se espera que con el Acuerdo de París se pongan en marcha grandes cambios en las políticas públicas relativas al rumbo del crecimiento económico. Se acelerará una transformación de la matriz energética y aumentará la presión mundial sobre los países involucrados en la otra gran fuente de dióxido de carbono, que es la deforestación, lo que atañe directamente a Bolivia pues nuestro país es uno de los diez mayores causantes de esta devastación ambiental.

El próximo paso en el camino que conduce a ese objetivo será dado a partir de hoy en la ciudad marroquí de Marrakech, sede de la XXII Cumbre Climática de la ONU, COP22. Será después de muchos años una reunión en la que el optimismo supere al pesimismo y al escepticismo que marcó las anteriores versiones.

Con tales antecedentes, la posición que adopte nuestro país en ese escenario será de máxima importancia por una doble razón. Primero, porque es uno de los que más depende de la producción y exportación de hidrocarburos. Y segundo, pero lo más importante, porque es uno de los que más está invirtiendo en planes de desarrollo que son incongruentes con los mandatos del Acuerdo de París, como los que se basan en la destrucción de la selva amazónica. Eso significa que a partir de ahora será más difícil que nunca armonizar visiones tan incompatibles entre sí como el “pachamamismo” y el “desarrollismo”. Todo un desafío que no será fácil afrontar.

Bolivia es uno de los países que más dificultades tendrá para acatar los mandatos del Acuerdo de París porque muchos de sus principales proyectos de desarrollo pasan por la destrucción de la selva amazónica

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