Julia Elena Fortún, la pionera

DESDE LA TIERRA 16/12/2016
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Recuerdo la primera vez que la visité. Había preparado un koko de la más tradicional y sofisticada comida chuquisaqueña, exquisito, nunca pude probar uno igual. Salía de la cocina restregándose las manos de mamá, tan segura como cuando cantó bailecitos de autores anónimos que ella había descubierto en sus andanzas de curiosa incurable por archivos y casas solariegas.

En una mesita en la sala estaban las lecturas de la tarde que aún no había guardado. Me sorprendió encontrar en la misma pila una revista de modas y un texto de Lewis Strauss y un álbum con fotos sobre las ruinas de Tiahuanacu; había un librito, impreso primorosamente con una tapa azul, de Lacan.

Julia Elena Fortún era una mujer que se zafaba de cualquier catalogación. Nacida en Sucre en 1929, profundamente identificada con sus raíces, no parecía ser de una ciudad pequeña porque hablaba de sus viajes por el mundo; ni de los años 20 porque estaba más informada que las modernas intelectuales.

Era vanguardista en todo lo que hizo desde la adolescencia pero no feminista. Sabía música, y encontró composiciones de la colonia; hizo teatro y aprendió danza dentro de las tendencias más sorprendentes de los locos años 20. Era bohemia pero amante del hogar, de las hijas y nietos, de la cocina, de la costura y de las manualidades.

Además de los muchos títulos universitarios que acumuló, fue la primera mujer en descubrir una estela fundamental para entender las culturas precolombinas y anduvo por los pueblos de los antiguos señoríos aymaras indagando sobre el pasado y sobre el presente; sobre los ritos para recibir a un recién nacido en la comunidad o los cantos para el sepelio y también cómo el yatiri descubría si alguna muchacha había abortado.

Actualmente muchos creen que la visión plurinacional es reciente. No conocen que Julia Elena, quechuista comprometida, alentó ya desde los sesenta institucionalizar los saberes precolombinos, hispanos, republicanos. No podía entenderse Bolivia sin entenderla indígena, la más indígena del continente.

Ella fundó la entidad encargada de la cultura nacional, ahora convertida en un ministerio. Organizó seminarios para escuchar diferentes voces sobre la etnografía boliviana y publicó ensayos que hace medio siglo diseñaban un país esencialmente multicultural, si quería ser realmente un país.

Fundó el museo de arte popular y 50 casas de cultura campesina y minera, el ballet folklórico nacional, logró beneficios para los exportadores de artesanías, consiguió que el mundo reconozca el valor histórico de Potosí. Incansable hasta el final.

 

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