Una calle con mi nombre

SIN FRONTERAS 17/12/2016
PUBLICITE AQUÍ

Extraña solicitud de Fidel Castro de no usar su nombre en espacios públicos de Cuba, país que durante seis décadas gobernó con una visión paternalista pero también con una férrea mano de cancerbero. La voluntad del célebre guerrillero de Sierra Maestra contrasta con su ineludible presencia en la historia cubana desde mediados del siglo pasado.

A esta voluntad póstuma se une la modestia de su tumba donde se lee de manera simple el nombre de Fidel, grabada en una placa sobre una gran roca de granito.

A diferencia de personalidades históricas también socialistas como Lenin o Mao Tse Tung, cuyos restos inclusos están embalsamados y depositados en edificaciones faraónicas, la tumba que guarda las cenizas de Fidel parece la de un ciudadano notable, cuyo nombre podría denominar una calle de cualquier ciudad latinoamericana.

Es probable que nunca se conozcan con precisión las razones de Fidel para evitar que su nombre se convierta en una palabra más de la topografía urbana de La Habana y otras ciudades. Tal vez el ejemplo de personalidades polémicas, amadas y odiadas a partes iguales fuese su fundamento, como el caso del generalísimo Francisco Franco, cuyas estatuas ecuestres son descabezadas o destruidas en decenas de plazas públicas de España o como ya pasó antes durante la caída de la Unión Soviética con las estatuas de Lenin y Stalin.

Como quedó demostrado en redes sociales, la figura histórica de Fidel Castro no deja indiferente a nadie, ni se ahorran lágrimas quienes lo veneran ni se ahorran bailes quienes lo odian, como gran parte de los exiliados cubanos en Miami. Desde esta relación, Fidel no generará más debate en el futuro cuando se busque quitar su nombre de una calle o remover con una grúa una estatua ecuestre.

Tal vez sus razones fueron prácticas. ¿Qué gratificación puede dar a un difunto que una calle lleve su nombre o un coliseo, o un estadio o un mercado? Ninguna sería la respuesta simple. Tal vez incluso para los vivos sea una molestia cuando tengan que recordar el nombre y preguntarse por el mérito del ciudadano o ciudadana para que un lugar público lleve su nombre.

Quizá por esta razón, que los americanos del norte, para no caer en subjetividades y arbitrariedades, denominen a las calles de sus ciudades con números cardinales y ordinales o con denominaciones comunes como Broadway o en su traducción sencilla como como gran vía o principal. Casi todas las ciudades de los Estados Unidos tienen una Broadway en su centro urbano.

En nuestra ciudad existen una infinidad de calles con toda suerte de nombres y apellidos que se desconocen la razón por las cuales fueron nombradas así. Tal vez algunos ciudadanos, desde su particular visión, soñaron que una calle lleve su nombre y sus descendientes se sientan orgullosos del ancestro.

Está claro que el destino de Fidel Castro no fue denominar una calle o una plaza pública o convertirse en sinónimo de una esquina de citas en el centro de una ciudad. Fidel fue un político que marcó época y detentó un poder más allá de los límites geográficos de su isla antillana y América Latina.

Compartir:
Más artículos del autor


Lo más leido

1
2
3
4
5
1
2
3
4
5
Suplementos


    ECOS


    Péndulo Político


    Mi Doctor