Yo le meto no más

18/12/2016
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Es frecuente que de tanto en tanto nos crucemos con frases célebres, en general, dichas por grandes pensadores, políticos, pedagogos, religiosos, etc. que se constituyen en una fuente de inspiración y nos dan en qué pensar.

Gramsci afirmaba "La realidad está definida con palabras. Por lo tanto, el que controla las palabras controla la realidad", de ser así hay motivos más que suficientes para reflexionar sobre algunas frases del Presidente Evo Morales Ayma, que más allá del impacto mediático deben merecer una mayor atención cuando estas expresan una forma de manejo del poder político.

Bolivia ha sido muchas veces definida por la palabra de manera certera, brutal, o chistosa o dolorosa, describiendo momentos de nuestra historia como la expresada por Luis Arce Gómez en el Golpe de Estado de 1980 “A partir de ahora, todo aquel que contravenga las disposiciones legales en vigencia, tendrá que andar con el testamento bajo el brazo” frase que pinta de cuerpo entero la mentalidad del golpista.

O aquella atribuida a Víctor Paz Estenssoro que justificó la imposición del modelo neoliberal, con la toma de medidas antipopulares “O tenemos el valor moral, con su secuela de sacrificios para plantear de modo radical una nueva política o, sencillamente, con gran dolor para todos, Bolivia se nos muere”.

O esta otra que deformó la realidad pero fue muy efectiva a la hora de la toma del poder, la elaborada por Oscar Eid de “El triple empate” en el momento en el que Jaime Paz Zamora fue presidente siendo tercero en el voto popular.

No faltó una que mostró el sentido del humor negro de Gonzalo Sánchez de Lozada “Yo desearía irme del poder, pero Ximena no quiere dejar de ser primera dama” o una menos sesuda de Max Fernández “A los que se quieren ir de mi partido, bienvenidos sean”.

Por lo tanto, el Presidente Morales Ayma no está al margen de los personajes que serán recordados por sus frases célebres, sin embargo llama la atención que la mayoría ha preferido referirse a las mismas con socarronería o fanáticas manifestaciones de admiración, que terminan en confrontaciones personalizadas, triviales e infecundas que solo producen o amores extremos u odios radicales, y no dimensionarlas como una percepción de la realidad y la manera de sentir y manejar el poder.

La frase “Yo le meto no más, por más que sea ilegal” dicha por el Presidente Evo Morales Ayma, hoy tiene un impacto inocultable en la realidad.

Es impresionante cómo tan pocas palabras pueden decir tantas cosas. Es la negación del Estado de Derecho pues lo político está por encima de lo jurídico, vale decir que el poder político no se somete a ley alguna, es la muestra de la configuración de un manejo autoritario que desportilla y desmerece a la democracia; los supuestos principios y valores esgrimidos con los que se endiosa al pueblo se hacen trizas pues lo que se haga o no en Bolivia se somete a la voluntad de una sola persona que gobierna sin regulación alguna excepto su propia decisión y le mete no más porque las instituciones del Estado son débiles, embrionarias deliberadamente y para colmo de colmos manejadas desde un núcleo de poder que se sirve del Estado en beneficio propio.

El “Yo le meto no más” devino en el paradigma del cambio, cundió en todos los niveles como una práctica cotidiana del Estado y del gobierno. Se convirtió en una forma de manejo de la cosa pública.

Semejante comportamiento, no podía ni debía perdurar en la impunidad. La misma realidad sería la encargada de pasarles factura y un mensaje enérgico, no se puede meterle no más porque las reglas de juego están para ser cumplidas hasta por los más díscolos gobernantes.

Penosamente tuvimos que darnos cuenta de ello con el dramático accidente de la Empresa Aérea LAMIA, pues las consecuencias son de tal gravedad que Bolivia a nivel internacional está en la picota del escarnio al no cumplir con los protocolos básicos de aeronavegación, que el favor político dio lugar a la constitución y funcionamiento irregular e ilegal de una empresa y, lo imperdonable, se puso en juego lo más preciado que tiene un ser humano: su vida.

El drama de la Empresa LAMIA es efecto de una causa, la degradación del comportamiento de toda una estructura estatal que cobra víctimas que al parecer pueden no ser las últimas y por mucho que se busquen explicaciones y culpables, que siempre serán los más débiles, nunca será suficiente para reparar el daño causado por el “Yo le meto no más”.

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