Intentando con valor percibir mi existencia,
cierta tarde me pregunté: ¿Fui buen Padre?
Y expresé solemne, mis aletargados titubeos,
pues dudas percibidas por mi “yo” interior,
crearon tal razonar sin merodeos.
Menester fue entonces, que tal día,
transite mi memoria allende el tiempo,
inquiera la profundidad de mi proceder
y platique conmigo imprescindiblemente.
Nada me porfiaba, estaba sereno y sin lamento.
Y es así, que nacieron en mí estos fragmentos:
Nací, crecí, coexistí y estoy por morir;
soy aquel mortal, entre comillas normal.
Total... es la forma establecida de vivir,
unos ordinarios y los menos en un fanal.
Como torrente de río subterráneo, recorro mi vida,
con virtudes, rarezas, recatos, imperfecciones y,
con ajos y más ajos. Con un sazonado imaginario sexual
y con sutiles reminiscencias y taciturnas decepciones.
Con punzantes reacciones y sinceras muestras de ternura.
Profundizando huellas que no se olvidan,
como cualquier pecador, cometí refinados agravios;
tales sinsabores, lapidan vilmente mi coraza mística,
me quiebran cual débil calcañar
y fragmentan intensamente mi alma.
Arrogándome tal confesión, recatado percibo
aquellos líricos versos apasionados,
cuyos sublimes loores, ensalzan gloriosos
la íntegra vida de virtuosos padres (aunque no lo fuesen).
¡Qué desencanto…! No se ajustan a mí, tales versos…
Opto por meditar, que serán pocos los homenajeados.
¡Un brindis por ellos…! (si es que existen).
No carcome la envidia mi ser, menos el rencor,
como tampoco habrá ritual o brebaje mágico,
para cambiar mi vida de un trazo.
Serán mis vástagos quienes consideren,
mi paso por este valle de disímiles pareceres;
y ojalá lo mío, sirva para que ellos confinen
ciertos dogmas y paradigmas insertos en mí,
y que aún se aferran a las ramas de mi existencia.
Y así concluyo mis estrofas confidentes,
sin pretextos, artificios o fingida humildad;
seguro estoy que Alguien sabrá exonerarme.
Tuve el valor de mirarme el semblante,
y ojalá serene la saña de los que quieren juzgarme.