Hoy es el sexto domingo de Pascua. Este largo tiempo de celebración del gran misterio de la Pascua puede producir rutina, la cual es muerte espiritual que nos impide celebrar con ardor el triunfo de Cristo que es también nuestro triunfo. Por ello, la liturgia quiere animarnos a “continuar celebrando con fervor estos días de alegría en honor de Cristo resucitado”. Esas son las palabras de la oración colecta de este domingo. La Pascua es la fiesta de las fiestas, decía san Atanasio. El corazón de todo el año es la Pascua. Por ello, no decaigamos en esta vivencia a la que nos invita la liturgia de este tiempo pascual. Cuando faltan dos semanas para celebrar la fiesta del Espíritu Santo, Pentecostés, se nos invita a reflexionar de manera especial sobre el Santo Espíritu. Él es: Abogado, Defensor, Consolador, Espíritu de la Verdad… ¿Creemos en esto?
La noche de la Cena, cuando fue instituido el sacerdocio y la eucaristía, Jesús preparó a sus discípulos para su vivencia pos pascual de la fe. Pues la partida de Cristo iba a producir una gran crisis de fe, que llevaría a los apóstoles a un gran desánimo, desesperanza, miedo y tristeza. Jesús les promete que “no les dejará huérfanos o desamparados”. Les dará su Espíritu, el Espíritu Santo y él mismo no les abandonará. Ustedes me verán y vivirán porque yo sigo viviendo. El día de la Ascensión antes de subir a los cielos les dirá: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.
Hay un gran protagonista en la vida de la Iglesia, en cada cristiano, es el Espíritu Santo. Él es el dulce huésped del alma que nos hace posible estar unidos a Cristo que vive y quiere vivir en cada uno. Durante dos semanas la Palabra de Dios nos hablará mucho sobre el Paráclito, el Defensor o Abogado. Según la palabra de hoy se le llama defensor de la Iglesia ante el peligro de los enemigos. También se le llama el “Espíritu de la Verdad”. Él está con nosotros y quiere vivir en nosotros. En el libro de los Hechos, se nos presenta el accionar del Espíritu Santo. Hoy también es Él quien da vida, alegría, gozo, paz, amor, fortaleza, sabiduría a cada discípulo de Jesús.
En el sacramento de la confirmación, los bautizados, hemos recibido la plenitud del Espíritu Santo. En el bautismo fuimos llenos de vida en el Espíritu, vida que es la misma vida de Dios, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta vida fue confirmada en el sacramento de la confirmación. El Concilio Vaticano segundo nos enseña: “por el sacramento de la confirmación, se vinculan más estrechamente a la Iglesia, se enriquecen con una fuerza especial del Espíritu Santo y con ello quedarán obligados a difundir y defender la fe, como verdaderos testigos de Cristo, por la palabra y juntamente con las obras”. (Lumen Gentium n. 117). El mismo Concilio nos dice: “El Espíritu Santo habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo. Guía la Iglesia a toda la verdad, la unifica en comunión, la provee y gobierna con diversos dones” (Lumen Gentium n. 4). Muchos hemos recibido el sacramento de la confirmación. ¿Apreciamos este sacramento del Espíritu Santo por excelencia? ¿Invocamos cada día al Espíritu Santo? El día de Pentecostés, dentro de dos semanas, tendremos una ocasión propicia, los cristianos, para renovar el sacramento de la confirmación.