Los maestros, ante la imposición de modelos educativos y la indiferencia social

06/06/2017
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El gobierno de Bautista Saavedra, en 1924, en homenaje a la creación de la primera Escuela Nacional de Maestros ocurrida el 6 de junio de 1909, declara, mediante Decreto Supremo, al 6 de junio como el Día del Maestro Boliviano; se trata de un legítimo y justo reconocimiento al profesional encargado de la noble y trascendental misión que es la educación de niños, jóvenes y adultos del campo y de las ciudades del país.

La pluralidad social, económica, política y cultural del colectivo social donde se imparte educación, obliga al maestro además a desarrollar capacidades profesionales cimentadas en las diversas corrientes pedagógicas, la teoría de la complejidad, la intercultulturalidad, la pluralidad epistemológica, la construcción social del conocimiento, la interpretación dialéctica de la realidad, la teoría de las diferencias individuales y la teoría crítica en el proceso y producto de la educación; entonces requiere el maestro de una visión formativa que traspase la mezquindad política, la ambición económica, la unilateralidad cultural y la irracionalidad social, que se convierten en murallas gigantes que no permiten construir una sociedad ideal de bienestar para los seres humanos en armonía con la naturaleza.

Las reformas educativas diseñadas desde una visión política unilateral, proclamadas bajo discursos y propaganda demagógica con intenciones mezquinas, a lo largo de la historia de la educación han pretendido someter a los maestros para convertirlos en jornaleros de procesos educativos destinados a respaldar sistemas económicos y políticos dirigidos al enriquecimiento de pocos a costa del empobrecimiento de muchos; entonces, al maestro pretendieron y pretenden obligarle a cultivar modelos culturales superados por la evolución de la ciencia, con el único propósito de desarrollar mentalidades subordinadas y sometidas al orden político y económico imperante.

Las visiones emergentes de la sociedad en crisis, donde los padres y madres de familia como una evidencia de la crisis familiar, han abandonado o disminuido la responsabilidad de educación de sus hijos, asignándole al maestro cada día mayor encargo social, como la atención a sus necesidades y requerimientos elementales de sus hijos, que constituyen responsabilidades intransferibles de los padres y madres de familia; pretenden obligar al maestro a ampliar su responsabilidad en campos fuera de su competencia; entonces el maestro, obligado además a resolver problemas sociales, morales, culturales y de salud de los estudiantes, disminuye su potencial de ayuda pedagógica para el proceso de construcción y reconstrucción social del conocimiento, desempeño esencial del maestro.

Los estudiantes, producto del abandono y la indiferencia de sus padres, han perdido la responsabilidad de la lectura, investigación, reflexión, debate, diálogo, construcción de conocimientos, aplicación de los conocimientos, producción intelectual y valoración de sus actos; se encuentran atrapados en la vida superficial, en el uso negativo de los medios informáticos y audiovisuales, en una vida consumista, en el consumo de productos tóxicos, en cultivar mayor violencia y en una vida al margen de los valores morales; entonces los estudiantes de hoy pretenden maestros cómplices, contemplativos y complacientes, lo que hace evidente la actitud de grave indiferencia de los estudiantes y una enorme presión al maestro para aprobar al estudiante sin haber desarrollado las capacidades previstas en los programas de estudio.

Por todo lo anterior, los maestros se encuentran profundamente enfrentados a tres graves problemas: la miseria e hipocresía política de los gobiernos de turno, la indiferencia social y la indiferencia de los propios estudiantes, que se convierten en enormes obstáculos y elementos desmoralizantes para hacer de la educación una pieza inseparable del desarrollo de los pueblos y del país.

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