Conjeturas sobre dilapidar reservas

BARLAMENTOS 30/06/2017
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Martes 13, no te cases ni te embarques, dice el ingenio popular. Sin embargo, evocar no es prohibido y recuerdo al embajador de El Salvador en Bolivia. En ese entonces dirigía la quimera de sustituir cocales en el Chapare y los Yungas. Mi amigo propuso traer agricultores salvadoreños, quizá para salvarles de la matanza de su guerra civil. Eran expertos en el cultivo de café y podrían atraer a los cocaleros. Eran tiempos en que un par de catadores costarricenses del café yungueño se tiraban de los pelos, al enterarse que el tintillo boliviano se mezclaba con azúcar y sangre para darle su color negro retinto.

Pero no es Coffea Arábiga o Robusta, lo que ocupa mi atención. Es El Salvador, pequeña república centroamericana que produce café desde el siglo XIX. De una superficie de 21.040 Km2, una pizca mayor que la provincia Gran Chaco de Tarija (el departamento más pequeño de Bolivia), es el más densamente poblado de América Central: más de 6 millones de habitantes. Hoy subsiste con las remesas de migrantes tal vez aterrados de la Mara Salvatrucha. Es un país quebrado según muchos indicadores de la Banca internacional.

Un amigo entendido en la materia distorsiona su faz al ponderar motivos porque una pobretona Bolivia prestó $200 millones de dólares de sus Reservas Internacionales Netas (RIN) al paupérrimo El Salvador. Dos conjeturas, una técnica y otra política. La técnica se complica porque no se sabe cuánto queda de las RIN después de la borrachera plurinacional de Evo. Más aún, todos los preceptos de una banca prudente parecen haber sido atropellados. La conjetura política es que quizá primó la camiseta geopolítica de “bolivarianos”: patadas de ahogado de Nicolás Maduro, que no puede sostener a países dependientes de su petróleo. Resisto otro motivo: complejo de nuevo rico botarate del dinero de otros.

Sea lo que fuere, aclárese que el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Corporación Andina de Fomento (CAF), el brasileño Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) y hasta los prestamistas chinos, son financieros que no meten puntada sin hilada. Al prestar plata, tal vez a buena tasa de interés, evalúan que el prestatario tenga capacidad de repago.

¿Tiene El Salvador capacidad de repago al Banco Central de Bolivia, léase el bolsillo del pueblo? No.

La evolución de las Reservas Internacionales es un indicador de la solvencia exterior de un país. De acuerdo a estándares de buena práctica bancaria, si un país compra tantos millones de dólares de algo, tendría en sus Reservas tantos millones para pagar la cuenta. Pero si se ignora el saldo disponible de las RIN, tal cifra es un misterio. Según la definición de “fraude”, El Salvador obtuvo “bienes a crédito y préstamos que todos saben que no se pagarán”. Sería imperdonable si los magos de la economía boliviana desconocían el cuestionable “rating” o calificación de riesgo de esa nación. ¿Sabían que los bonos salvadoreños podrían terminar en la cola de concurso de acreedores, en caso de que dicho país entrase en “default” o mora de pagos?

Queda la conjetura politiquera. Tal vez Maduro llamó a su incondicional aliado para recordar de la deuda que el Estado Plurinacional de Evo debe al financiador de su triunfal elección. “Oye chico, de tu deuda con nosotros”, diría Nicolás, “presta $200 millones a un socialista del Siglo 21 en problemas”.

Pareciera que el Banco Central de Bolivia ya no es entidad regida por políticas de Estado perennes: es un títere más de un gobernante prorroguista transitorio. Nuestra política monetaria es lastimosa: bonos incobrables y curiosas medidas, como bajar el encaje legal de la banca privada para que 6.000 millones de la plata de todos energicen la economía: ¿será a costa de mayor inflación?

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