La paz en Colombia

EDITORIAL 01/07/2017
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Con la entrega de la última arma oficial en manos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) al Estado por parte del comandante de esa ahora disuelta organización, y la entrega de un fusil convertido en “pala” por parte del Presidente de Colombia, ha terminado una etapa más del proceso de paz en ese país que con muchas dificultades sigue avanzando.

Si bien este trascendental evento ha merecido atención, no ha sido la suficiente, pues es el creciente estado de confrontación en Venezuela, su principal país vecino, entre un gobierno cada vez más autoritario, profundamente deslegitimizado y corroído por la corrupción, y una oposición movilizada lo que está acaparando la agenda mediática.

Hace no muchos años el flujo informativo proveniente de ambos países era radicalmente distinto. Venezuela era una especie de isla democrática en medio de un mar de dictaduras, y Colombia vivía un estado de guerra interna entre el Estado y las FARC y otros grupos guerrilleros.

Hoy, Colombia se prepara para vivir en paz y garantizar que así suceda, pues no todo está dicho. Por lo menos, hay tres enormes obstáculos y dependerá de la forma de resolverlos que se logre consolidar la paz.

El primero, dar continuidad a las iniciales charlas de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el segundo grupo guerrillero más importante de ese país. Se presume que definidas las características de los diálogos y siguiendo la metodología utilizada con las FARC, el proceso puede concretarse en un tiempo más breve.

Segundo, garantizar la vida y acción de los ex guerrilleros que se van reincorporando a sus comunidades y están decididos a asumir sus derechos y obligaciones. Una serie de asesinatos hace temer que los sectores radicalizados que no quieren la paz cometerán cuanta fechoría les sea posible para crear un estado de zozobra e intranquilidad que deslegitime los procesos de paz.

Tercero, enfrentar a los sectores que se oponen a la paz y que están atrincherados en los extremos del abanico ideológico y han mostrado total falta de escrúpulos para alcanzar sus objetivos. Es el caso de algunas fracciones de las ex FARC y el ELN que consideran que se debe mantener la guerra contra el Estado, y la fuerza social conservadora dirigida por el ex presidente Álvaro Uribe que ha hecho de su oposición a la paz su principal bandera de lucha política.

En ese contexto, hasta ahora la gestión del Primer Mandatario colombiano en este campo ha sido adecuada, aunque en otras áreas está generando mucho rechazo. Dependerá de su capacidad para adecuar su trabajo por la paz con una proba administración estatal para conseguir la fuerza suficiente que le permita enfrentar a sus detractores y, a estas alturas de su gobierno, tratar de garantizar que la policía de paz vigente sea mantenida en el tiempo.

En todo caso, es posible afirmar que las demandas de vivir en paz, entendiendo que sólo en este estado es posible enfrentar adecuadamente los desafíos del desarrollo, han vuelto a ganar la agenda pública, pero también lo es que se debe avanzar mucho más para que esas demandas se conviertan en rutina concreta.

Es posible afirmar que las demandas de vivir en paz, entendiendo que sólo en este estado es posible enfrentar adecuadamente los desafíos del desarrollo, han vuelto a ganar la agenda pública, pero también lo es que se debe avanzar mucho más para que esas demandas se conviertan en rutina concreta

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