Es innegable la preferencia de Donald Trump por los regímenes políticos conservadores. En su primer viaje al exterior dedicó un buen tiempo a mantener conversaciones con los miembros de la monarquía conservadora de Arabia Saudita y de otros gobiernos del mismo talante del Oriente Medio. En su segundo periplo, para asistir a la última reunión cumbre del Grupo de los 20, hizo su primera escala en Varsovia para ser halagado por el bien conocido gobierno conservador de Polonia. Estos gestos dejan la sensación de que está en gestación una suerte de solidaridad entre conservadores.
Este último viaje y, sobre todo, la participación del mandatario estadounidense en las deliberaciones del cónclave de los jefes de estado y de gobierno de los 20 países con las economías más grandes del planeta, pusieron en evidencia la ruptura del tradicional consenso que existía en este grupo sobre todo en lo referente a cuestiones primordiales como el comercio internacional y el cambio climático. Para muchos observadores, se trató de una suerte de reunión entre “19+1”. En clara discrepancia con los primeros, los Estados Unidos conducidos por Donald Trump dejaron de brindar apoyo a los esfuerzos colectivos para enfrentar el cambio climático en los términos fijados por el Acuerdo de París y empezaron a cuestionar la apertura comercial que presidió las políticas de las grandes economías en los dos últimos decenios. La postura estadounidense sobre ambos asuntos se inspira, sin duda, en el muy conocido “eslogan” del nuevo mandatario: “América primero”. Tiene una clara orientación proteccionista.
El contraste entre los puntos de vista de unos y otros fue remarcado por la anfitriona de la reunión, la primera ministra Angela Merkel. En declaraciones a la prensa, poco antes de la aprobación y suscripción de la declaración de la reunión cumbre, expresó su satisfacción por el punto de vista de los 19 en sentido de que el Acuerdo de París no era revisable y de que tenían el propósito de ponerlo en ejecución en forma inmediata. A pesar de esto, los 19 hicieron una ligera concesión al presidente Donald Trump y aceptaron que en la declaración figurase una mención a la intención estadounidense de colaborar con otros países para acceder a combustibles fósiles “de manera más limpia y eficiente”. Al parecer, esta concesión no dejó tranquilo al presidente francés Emmanuel Macron. La primera ministra “lamentó” la posición de los Estados Unidos y aclaró que, al menos, “las diferencias quedan a la luz, sin ningún intento de ocultarlas”.
Por lo que se refiere al comercio, como ya ocurrió en la última reunión del Grupo de los 7 celebrada en Italia hace dos meses, los 19 aceptaron una referencia más blanda al propósito de luchar contra el proteccionismo comercial. Aquí también hubo concesiones. Expresa la declaración –según el deseo estadounidense– que el comercio “debe ser recíproco y mutuamente ventajoso” y que los países pueden recurrir a “instrumentos legítimos en defensa del comercio”. Sin hacer ninguna mención a posibles entendimientos comerciales con la Unión Europa, el presidente Donald Trump anunció, sin disimular su entusiasmo, la pronta negociación de un acuerdo comercial con Gran Bretaña. Este gesto fue interpretado por observadores europeos como una “jugada para debilitar a la UE”.
Tanto la primera ministra Angela Merkel como el presidente francés Emmanuel Macron no ocultaron su apreciación de que la nueva postura estadounidense rompía el tradicional consenso en el Grupo de los 20.
Otra actuación de Donald Trump que fue vista con especial interés fue su primera entrevista por el presidente ruso Vladimir Putin. Muchas razones y en especial el trasfondo de las investigaciones que se realizan en Estados Unidos sobre la presunta injerencia rusa en las últimas elecciones presidenciales, dieron motivo a dicho interés. Ninguno de los líderes fue muy explícito en sus comentarios sobre lo tratado en la entrevista. La sola duración de la misma –casi dos horas– despertó inusitada curiosidad. Según expresaron ambos presidentes, el asunto de la presunta injerencia rusa detectada por agencias de inteligencia estadounidenses, fue motivo de intercambio de ideas. En un tuit publicado a poco de su retorno a Washington, Donald Trump aseveró que “presionó” a su interlocutor sobre la cuestión. Por su parte, Vladimir Putin dijo que explicó al presidente estadounidense que Rusia no tuvo ninguna participación en las últimas elecciones y que, al parecer, estas explicaciones dejaron satisfecho a su interlocutor.
Los dos líderes, cada uno por su lado, dieron a conocer que se habían alcanzado acuerdos sobre un alto de fuego inmediato en Siria y sobre la creación de un grupo de colaboración para evitar “ciberataques” o “hackeos” recíprocos. El primer acuerdo se puso en ejecución el pasado fin de semana. Del segundo, Donald Trump se desmarcó debido a las críticas que recibió de varios y destacados líderes políticos en su país. Alguno de estos llegó a decir que era la idea “más disparatada” que jamás había oído. Otro dio a entender que era una ironía que Estados Unidos cooperase con quienes estaban siendo investigados por haber interferido en las elecciones presidenciales.
A pesar de que Trump dijo que fue una entrevista “estupenda”, pocos creen que la misma haya satisfecho las expectativas puestas en este tipo de encuentros.