La Patrona de Bolivia

16/07/2017
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La Iglesia católica en el calendario litúrgico universal hace memoria de Nuestra Señora del Carmen. En Bolivia la celebramos con la categoría de solemnidad por ser la Patrona de nuestra Patria. Sin duda, que como Madre espiritual y Patrona de nuestra querida Patria acoge, protege y acompaña junto a su Hijo a todos los bolivianos que se acercan a ella con devoción filial. Ella ha acompañado y protegido a nuestras Fuerzas Armadas en todo momento, en tantos acontecimientos de nuestra historia. El patronazgo de Bolivia está muy relacionado con la ciudad de Sucre y La Paz.

El siempre recordado Mons. Julio García Quintanilla, historiador, relata un hecho que sucedió en Sucre, en 1850 cuando gobernaba la Nación el General Isidoro Belzu. Un día mientras paseaba a caballo por los jardines frente a la ex estación de ferrocarriles, fue atacado y herido de bala sorpresivamente. De forma milagrosa, salvó la vida y prometió a la Virgen del Carmen hacerle un templo, pues atribuyó a Ella el no haber muerto. Esta Iglesia fue concluida el 6 de septiembre de 1852.Ese día hubo una gran fiesta, presidida por los pocos obispos que, en ese entonces, tenía Bolivia. Estaban los miembros del Gobierno en pleno. Lamentablemente, esta Iglesia tan histórica, fue derruida en el siglo pasado para arreglos de la plaza que actualmente embellecen ese lugar. A los 2 años de esta inauguración, en 1854, la Virgen María bajo la advocación del Carmen fue declarada Patrona del Ejército Nacional y Patrona de Bolivia. El entusiasmo y devoción a la Virgen del pueblo boliviano hizo que este día fuera declarado feriado para todo el País.

La devoción a la Virgen María con la advocación del Carmen tiene su origen en la aparición que hiciera nuestra Señora al santo monje Simón Stock, quien por espacio de 33 años hiciera penitencia en el tronco de una encina, en el año de 1251. María, con una sonrisa amable le entregó el escapulario del Carmen, mientras le decía: “Recibe, hijo mío, esta prenda de salud que te traigo para mis devotos en la tierra. El que muriere con ella, será dichoso, se liberará del fuego del infierno y entrará en la mansión de la bienaventuranza”. Esta promesa ha hallado una formulación feliz en el conocido trílema del escapulario: “Protejo en la vida; ayudo en la muerte; salvo más allá del sepulcro”. Conviene recordar que todas las apariciones particulares y las palabras que se dicen haber habido, no forman parte de la doctrina que hay que creer.

El evangelio de Juan 2, 1-11 que se lee en nuestras eucaristías de hoy, nos relata el primer signo o milagro de Jesús: las bodas de Caná de Galilea en las que participó Jesús, María y los doce apóstoles. En un cierto momento de las bodas, María se percató que no había vino para aquellas fiestas de una semana y se dirigió a su Hijo, Jesús, y le dijo: “no tienen vino”. Con esta oración tan corta y segura del poder de Jesús, María arrancó el primer milagro de Jesús: la conversión de seis tinajas de agua, cada una de cien litros en vino. María no fue a contar a sus amigas o participantes que se estaba acabando el vino, sino que se dirigió a su Hijo, segura de que resolvería el problema. Mostró claramente lo que había dicho, “soy la servidora del Señor”. María, también hoy día, está muy cerca de sus hijos para ayudarnos. Elevemos nuestras oraciones por Bolivia y aprendamos de Ella a servir a los demás, siendo solidarios con las necesidades de todos.

 

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