Hay unas preguntas que suenan por acá y por allá en nuestro medio. ¿Por qué permite Dios tanto mal, tanta malicia? ¿Por qué no castiga a los malhechores que vienen cometiendo tantas injusticias? ¿Por qué Dios permite que tanta cizaña crezca junto al trigo, los malos con los buenos? El Papa Francisco califica al chisme de terrorismo, ¿por qué permite que hayan tantos chismosos? Dios mismo en las lecturas de la eucaristía de hoy nos da la respuesta. Se impone una reflexión a la luz de la primera lectura y el evangelio.
Cristo en el evangelio de hoy, Mateo 13, 24-43, nos regala tres parábolas muy breves que conviene leerlas con mucha calma y pidiendo a Dios que nos haga entender lo que quiere enseñarnos. La primera parábola es la del grano de mostaza, una semilla pequeñísima que da origen a un gran arbusto. La segunda es la levadura que a pesar de su pequeño volumen, hace fermentar toda la masa. La tercera parábola es la del trigo que siembra un hombre en su campo, pero viene el enemigo y siembra la cizaña. El dueño del campo sembrado no se decide arrancar la cizaña para no hacer daño al trigo y espera a la cosecha para quemar la cizaña. El dueño tiene paciencia y espera a la hora de la cosecha. Jesús hace la explicación de la cizaña a sus discípulos, cuando ya estaban en su casa. El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. O sea. Jesús; el campo es el mundo, la buena semilla son los ciudadanos de Reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que siembra es el diablo; la cosecha es el fin de los tiempos y los segadores son los ángeles.
La parábola de la cizaña es como dirigida a hombres que vienen del campo a sus hogares, después de una ardua tarea. Frente a todas las apariciones de la cizaña, resulta inevitable la fuerte tentación de arrancarla. El Señor quiere enseñarnos a obrar de otra forma. El Señor no quiere que seamos herbicidas. Más bien opta por la paciencia y espera hasta la hora de la cosecha para acabar con la cizaña. Él nos llama más bien a ser vivificadores.
Comúnmente hablamos de “sembrar cizaña” o “meter cizaña” para referirnos a la acción de poner obstáculos a la armonía. La expresión se origina en esta parábola. En realidad, la cizaña ya está sembrada y metida por el diablo. “En el hombre existe mala levadura”, dice Rubén Darío en “los motivos de Lobo”. “Dentro de cada uno hay el bien, hay el mal”, completa la canción, “Viva la gente”. En todos nosotros hay la inclinación al mal que ha dejado el pecado original, aunque ya está perdonado. Como dice el apóstol Pablo, en todos existe una fuerza que nos lleva al bien y otra, que nos empuja al mal. No lo dudemos, la cizaña, está sembrada en cada uno. La cosecha será buena. La parábola nos enseña que el presente es tiempo de espera misericordiosa de Dios. Esta enseñanza va especialmente para padres y autoridades, para aprender la paciencia del que siendo todo poderoso sabe, como nadie, ser paciente con el mal y esperar a que el pecador se convierta. La indulgencia y la benevolencia es señal de poder. La serenidad es indicio de verdadera autoridad y amor. Las actitudes descontroladas revelan superficialidad y debilidad. El Espíritu no se preocupa tanto en arrancar la mala hierva cuanto en hacer la buena crecer semilla.