Futuro del orden liberal internacional

08/08/2017
PUBLICITE AQUÍ

A decir de Robert Kagan, el ocaso del orden liberal internacional auspiciado por EEUU a partir de 1945, se inició a principios de este siglo. China, Rusia, Irán y Corea del Norte pretenden alcanzar la hegemonía en sus respectivas zonas de influencia, lo cual pone en duda la continuidad del orden internacional actual. Se impone el reto de construir un nuevo orden internacional. Occidente deberá reconocer que el existente dista mucho de ser satisfactorio, ya que no tiene suficientemente en cuenta el auge de las potencias emergentes; sobre todo China y el resto del mundo deberían aceptar que, a pesar de sus limitaciones, el sistema existente ha contribuido positivamente al crecimiento económico y a la estabilidad.

¿Hacia dónde debe orientarse el futuro orden internacional? Según Richard N. Haas, el “orden mundial 1.0”, basado en el respeto a la soberanía nacional de los Estados, no sirve en un mundo crecientemente globalizado, por la sencilla razón de que se diseñó precisamente para proteger las prerrogativas y los privilegios de dichos Estados y aunque estos siguen protagonizando las relaciones internacionales, buena parte de lo que ocurre en el interior de los mismos, sea el terrorismo, el turismo, las comunicaciones y casi toda la actividad económica, ya no concierne en exclusiva a sus autoridades nacionales.

Un nuevo sistema –un “orden mundial 2.0”– basado en lo que denomina el principio de “obligación soberana”, se traduce en lo que un Estado debe a otros Estados, reconoce la inviolabilidad de las fronteras, y permite actuar contra quienes infrinjan este principio, a la vez que acepta que las autoridades de un país actúen como quieran en su propio territorio, aunque dentro de los márgenes marcados por la Declaración Universal de Derechos Humanos y la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio (aprobados en 1948). También aboga por una interpretación más restrictiva del principio de autodeterminación. Los Estados deberían comprometerse a perseguir el terrorismo, luchar contra la proliferación nuclear, construyendo sobre lo ya logrado en relación con Irán, aunque no está claro qué se puede hacer una vez que la proliferación se ha producido como en los casos de Israel, India, Pakistán e incluso Corea del Norte.

La globalización y algunas de sus consecuencias ya están obligando a los Estados a actuar de acuerdo con el principio de “obligación soberana”, como en la lucha contra el cambio climático- Acuerdo de París 2015; en la salud global ante retos planteados por los virus del ébola y zika. China está colaborando con Occidente en todos estos ámbitos, porque entiende la necesidad de contribuir a la provisión de bienes públicos globales que benefician a todos; no pretende subvertir el orden internacional existente, sino aumentar la influencia que ejerce dentro del mismo. Un enfoque de este tipo nace del realismo, no del idealismo, y tardará varias décadas en plasmarse en instituciones y normas ampliamente compartidas.

En las élites de Occidente existe cierta tendencia a defender a ultranza el orden internacional existente. Es real el rechazo que está suscitando la globalización en buena parte de Occidente, si no se reforma, muchos de los ciudadanos darán la espalda al orden internacional existente, si no lo han hecho ya. Tendría mucho más sentido que las élites adoptaran una actitud más proactiva, que abogaran por defender lo que se tiene, pero también por reformar en profundidad lo que se cuestiona.

Compartir:
Más artículos del autor


Lo más leido

1
2
3
4
5
1
2
3
4
5
Suplementos


    ECOS


    Péndulo Político


    Mi Doctor