Hoy, como cada 27 de septiembre, es un día que en todos los países, ciudades y pueblos interesados en desarrollar los negocios relacionados con la actividad del turismo le dedican una especial atención. Lo hacen dando al tema una importancia que crece con cada año que pasa, porque también crece continuamente la participación relativa de este sector en la economía planetaria.
El propósito principal de la jornada, desde que fue instaurada por la Asamblea General de la Organización Mundial del Turismo (OMT) en 1980, es hacer un balance de la evolución del sector durante el año anterior y, a partir de esta evaluación, fomentar la convergencia de esfuerzos del sector público y privado para mejorar su oferta y hacer crecer su participación en un mercado cada vez más competitivo.
En lo que a nuestro país corresponde, después de mucho tiempo de indiferencia casi total, los diferentes niveles del Estado –central, departamentales y municipales– así como el sector privado, han comenzado a darle al tema algo más de atención.
En efecto, como lo corroboran todos los estudios serios sobre la actividad turística, Bolivia es un país que se destaca por dos razones. La primera, por contar varios destinos turísticos muy atractivos a nivel mundial. La segunda es que, a pesar de ello, año tras año figura en un lugar también destacado en las listas de los países que peores servicios turísticos ofrecen.
De acuerdo con el Índice de Competitividad en Viajes y Turismo 2017, que cada dos años publica el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), Bolivia no ha logrado superar la calificación reprobatoria que mantiene desde hace mucho tiempo: un 3.3, en la escala del uno al siete.
Otros estudios sobre el tema coinciden en líneas generales con esa apreciación negativa. Y si bien es cierto que se incluyen datos subjetivos como las opiniones de las personas encuestadas, las frías cifras respaldan la mirada crítica, lo que se refleja en el muy pequeño aporte del sector turístico a la economía nacional que apenas llega al 2,8 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) y sólo al 2,4 por ciento del total de empleos, cifras muy lejanas de las que dan cuenta de que aproximadamente 11 de cada cien empleos en el mundo se generan a partir de la actividad turística.
En ese contexto, el caso de varias regiones es una síntesis de las muchas deficiencias con que en nuestro país se está encarando tan importante asunto. Así lo indican los datos estadísticos, según los que nuestro país está en continuo retroceso pues es cada vez menor su participación relativa en el sector.
Felizmente, poco a poco se va abriendo paso la conciencia necesaria para revertir esa situación aunque, como en otros casos, los esfuerzos resultan debilitados por la falta de espíritu de cooperación y complementación entre el sector público y el privado, y entre las diferentes instituciones y entidades empresariales que los constituyen.
En este, como en otros casos, todavía se hace extrañar una mejor complementación de esfuerzos entre el sector público y el privado, y entre las diferentes instituciones y entidades empresariales que los constituyen