Informes internacionales sobre los efectos negativos que en la salud humana tiene el excesivo uso y abuso de plaguicidas o pesticidas y diversos agroquímicos en todo el mundo, han tenido un impacto muy fuerte en la opinión pública internacional, en los gobiernos y, sobre todo, las instituciones y empresas públicas y privadas directamente relacionadas con el negocio agroalimentario.
El revuelo no es exagerado, pues estudios muy minuciosos que abordan el uso de plaguicidas químicos como un obstáculo para el respeto a los derechos humanos, más concretamente los relacionados con el derecho a contar con una alimentación adecuada, no escatiman críticas a su uso ni a sus productores. Condenan con severidad a los gobiernos que no asumen su obligación de poner límites al uso de elementos agroquímicos y hacen un reclamo perentorio para que el tema sea afrontado con el carácter de urgencia que merece.
Entre los principales argumentos en los que se sostiene determinados informes, está la disparidad de los criterios que se aplican en la cada vez más rigurosa legislación de los países desarrollados y la laxitud que predomina en los países menos desarrollados. El resultado de ese doblez es que muchos productos que han sido prohibidos en los primeros, son destinados masivamente a los segundos.
La lista de productos químicos que están prohibidos en sus países de origen, en toda Europa y Norteamérica, pero que son libremente exportados a Latinoamérica, África o Asia, es muy ampulosa. Y no se trata en la mayor parte de los casos de sustancias cuyos efectos nocivos sobre la salud humana sean leves, sino que en muchos casos merecen ser calificados como letales venenos. A tal punto que, según un reciente estudio presentado en la ONU, al menos 200 mil muertes al año pueden ser directamente atribuidas a diferentes formas de envenenamiento causadas por los pesticidas.
Sin llegar a extremos fatales como la muerte, este informe al que hacemos referencia da una amplia lista de enfermedades relacionadas con el abuso de agroquímicos como cáncer, Alzheimer y Parkinson, trastornos hormonales, desórdenes en el crecimiento y esterilidad. El grupo más expuesto a los riesgos sería el de mujeres embarazadas y los niños, pues así como aumenta el riesgo de abortos espontáneos, partos prematuros y de malformaciones congénitas en el bebé, entre los niños se presenta mayor incidencia de desórdenes mentales y físicos durante su desarrollo.
En lo que a nuestro país corresponde, hay motivos para temer que el panorama sea aún peor que en otros países. Los datos que así lo indican son muchos, pero para dar una cabal idea de la gravedad del problema bastan los datos estadísticos acerca de la importación de plaguicidas, según los cuales durante los últimos diez se habría multiplicado por diez.
El tema, pese a lo importante que es, todavía no ocupa el lugar que merece en la agenda pública nacional. Por eso, es de esperar que el llamado de atención internacional tenga también efectos en nuestro país. (R)
El tema, pese a lo importante que es, todavía no ocupa el lugar que merece en la agenda pública nacional. Es de esperar que los llamados de atención internacionales tengan también efectos en nuestro país
