De intérpretes, brujos y adivinos

23/10/2017
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Parece que mucha gente del poder cuenta con un ejército de intérpretes, traductores, adivinos o yatiris. Aún me resuena en la mente lo develado por un ex Magistrado del Tribunal Constitucional cuando dijo que sus resoluciones las dictaba consultando con la coca.

Para el caso de los intérpretes sobre lo que “dijo, pero no dijo” determinada autoridad, es ímprobo el esfuerzo que realizan al jalarnos de las orejas para que entendamos los esoterismos que lanzan diariamente sus superiores o sus pares.

Pero más allá de brujos e intérpretes, fue grotesca la declaración de un ex Ministro en relación al pillaje producido en una entidad bancaria al decir que la substracción de 37 millones de bolivianos es insignificante y, para completar el bochorno, los intérpretes dirigieron sus lanzas nada menos que contra nosotros, contra la opinión pública, por el pecado de no haber sabido interpretar bien esta declaración. Nos dijeron que la ex autoridad “dijo, pero no dijo” tal cosa, pues habría dicho “además” que “no se puede decir que el sistema financiero está en crisis”, por lo que entender de otra forma esa declaración sería maledicente.

Pero directamente ¿qué tiene que ver la estabilidad del sistema financiero con el saqueo perpetrado en un banco estatal?, desde luego que nada porque son dos cosas diferentes y si se quisiera forzar el tema, se tendría que decir que son dos asuntos muy distantemente relacionados. Y enseguida se precipitó otra joya: nos dijeron que los funcionarios del banco habían robado porque fueron embrujados por unos hechiceros malvados. Maldecí por no ser chamán o brujo, porque si lo hubiera sido hubiera entendido correctamente el mensaje.

Lo que desconocen los pregoneros oficiales por más brujos e intérpretes que sean, es que se sancionan penalmente estos latrocinios porque con estos ilícitos se ataca a la sociedad toda, no sólo a la víctima directa, por eso son delitos de orden público. Así no interesa que se robe un centavo o un millón de dólares, no importa la cuantía, el robo es el robo, más allá de las atenuantes y agravantes que puedan mediar.

Quien diga folclórica y públicamente, se robó un poquito nomás, no comprende lo que es el orden institucional de un Estado serio y con su actitud está aproximándose a efectuar una especie de apología del delito, pues con su discurso está minimizando la conducta ilegal de los llamados servidores públicos e indirectamente alentando a que continúen delinquiendo.

Así que los incorregibles intérpretes y brujos se equivocaron una vez más. Prudente hubiera sido que se amordacen la boca siquiera por esta vez.

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