Esta columna, responde a la admiración y respeto que siento por muchos galenos del pasado y el presente, dignos de reconocimiento y apoyo por su sacrificada labor que consiste en aliviar el dolor y proteger la vida de sus semejantes. Lo hago, además, como una obligación moral con familiares y amigos que han sido y son los que han cuidado y cuidan la salud de mi familia; ejemplos de humanismo, capacidad, moral médica; y, en mi condición de profesional que jamás ha visto ultraje semejante, y espera no ver nunca más.
En estos tiempos de “cambio” se dictan leyes para cambiar todo a la medida de los intereses políticos y de otro cuño. Hoy, en plenas fiestas tradicionales de paz y amor, nos toca ocuparnos del tema del paro médico que dura ya un mes, y al parecer no tiene señales de solución, como si no fuera una de las más importantes funciones del Estado resolver con prontitud los temas de salud del pueblo que dice proteger.
No hay nada más humano que la atención y cuidado de un ser hacia otro; sin embargo, dolorosamente, el “homo politicus” se ha separado del hombre y la mejor manera de ignorar el dolor y la necesidad ajena radica en la creación de un discurso pro derechos humanos, que a la hora de la verdad carece de franqueza. En el instante mismo en que reflexionamos sobre estos acontecimientos, una bomba, un atentado, un secuestro se está consumando en el mundo, y con ello, nuevamente, las garantías individuales y sociales quedan en entredicho, mostrando desde su incongruencia una lógica irracional, característica de un mundo inhabilitado para el amor y la compasión; se confirma que el interés por el poder mundial, es desvalorizar al ser humano y someterlo al constante riesgo de su extinción.
El hombre después de Dios, es la criatura con tanto “poder” y tanta “conciencia” aun sobre el resto de las especies que le circundan; sin embargo, y a pesar de ello, gradualmente se ha transformado en el más grande depredador del planeta, y es a través de la “política” que cumple esa dolorosa misión, en vez de ser creadora y conservadora de una sociedad más humanista y cristiana.
La Navidad y el Año Nuevo que constituyen fiestas tradicionales de unión familiar y renovación de votos por un futuro de paz, bien y prosperidad, parece no importar al régimen plurinacional, cuyo rol a tiempo completo es la politiquería, y romper los moldes de costumbres arraigadas que han acabado por colmar la paciencia y alcanzar el rechazo de una mayoría de la población.
Sólo se ve el frecuente despliegue de fuerzas represoras que llegado el momento, se sentirán comprometidas a poner las cosas en su lugar, y comprender lo irracional del conflicto, que es tratar de imponer una norma injusta sobre el ejercicio profesional que penaliza por igual a todos los profesionales del país y muestra un olímpico desprecio del gobierno por los profesionales en general.
Está claro que obscuros fines se esconden más allá del conflicto, por eso se aplica tanto rigor. El exclusivo control de la salud de la población con fines políticos, puede `permitir la aplicación de uno de los grandes objetivos del poder mundial, reducir la población, dividirla y desvalorizarla. A partir de eso, no olvidar que todos los gobiernos en estos tiempos –sean de derecha o izquierda- sirven obsecuentes a un “Poder en la Sombra” cuyos objetivos van más allá de los intereses nacionales, dejando más claro, a quién sirven finalmente.
Los médicos pasarán las fiestas de fin de año, con huelgas, movilizaciones y protestas que los profesionales que nos debemos respeto, justificamos y apoyamos, porque representa la defensa de la dignidad y el honor profesional y humano, a la vez que formulamos votos, porque el Espíritu Divino, de paz, amor y perdón reinen siempre en los corazones bolivianos ahora y siempre.