Todavía el Lloyd Aéreo Boliviano (LAB) sigue siendo la empresa más longeva de Bolivia. Comenzó a funcionar en agosto de 1925 con el Junker F-13 monomotor que la colonia alemana de Cochabamba compró en Alemania homenajeando a Bolivia por el primer centenario de su independencia.
Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), en cambio y dicho coloquialmente, nació el 21 de diciembre de 1936 para exorcizar los sufrimientos de la Guerra del Chaco (1932-1935), liberando a Bolivia del “feudalismo” en cuanto al orden interno, y de su condición semicolonial, en cuanto al externo. La explotación petrolífera, cuyo carácter estratégico hubo quedado muy claro durante la guerra, vehiculizaría la modernización industrial con justicia social en Bolivia.
Quizá eso explica, en parte al menos, porqué nuestro legítimo presidente, Evo Morales, decidió crear a Boliviana de Aviación (BOA) en vez de refundar al LAB a inicios del 2006; mientras casi al unísono, refundó a YPFB con bombos y platillos (incluso la toma del campo San Alberto por las FF.AA. se transmitió en vivo por TV) con su Decreto Supremo 28701 “Héroes del Chaco”. En efecto, el sentido de YPFB como símbolo de la conciencia nacional boliviana, resulta casi unívoco entre las distintas etnias y culturas del país (cuestión muy inusual en Bolivia). A la par, la resonancia de YPFB en nuestras luchas políticas, ha sido intensa y permanente a través de la historia.
No debe sorprendernos entonces que la historia de YPFB sea una de grandes proezas: durante sus primeros años sobrevivió a fuerza del compromiso de su personal con la causa de la empresa; en 1946 se inauguró la instalación de la refinería Gualberto Villarroel en Valle Hermoso y el tendido del oleoducto Camiri-Tin Tin-Valle Hermoso (ambos ingredientes fundamentales de la vertebración nacional); Paz Estenssoro proclamó al año de 1954 como “el año del petróleo” porque, precisamente ese año, YPFB logró autoabastecer casi al 100% de la demanda interna de carburantes. No menos elogios merece la eficiente y eficaz gestión de las exportaciones gasíferas a la Argentina que YPFB heredó de la Gulf en 1969.
¿De 2006 a 2017 ocurrió algo equiparable o digno de aquellas proezas pasadas? La “década de oro para la industrialización de YPFB” anunciada hace 11 años, ¿es una realidad? Aunque resulta difícil establecer conclusiones definitivas, las señales visibles de la realidad (recordemos que la gestión interna de YPFB carece totalmente de transparencia) denotan un panorama bastante sombrío: por un lado, las decrecientes reservas gasíferas amenazan el óptimo funcionamiento de las plantas separadoras de líquidos en Gran Chaco y Río Grande; por otro, la ubicación de la planta de urea no es conveniente y no se vislumbran mercados para su producción.
En vez de proezas como las mencionadas, al parecer, sólo tenemos hazañas contrabandeando GLP y gasolinas, proezas en licitaciones con sobreprecios para las plantas separadoras de líquidos, de producción de urea, y más preocupante, entre otros casos, con la adquisición de taladros. Desfalcar comprando taladros no sólo revela inexistencia de compromiso con la causa de YPFB, también podría denotar total ausencia de cuadros técnicos aptos para hallar hidrocarburos entre sus filas. Siendo más lucrativo estafar contrabandeando producción ¿por qué echarle mano a los taladros? Y bueno, tal vez porque para lo último, hay que saber dónde hacer los pozos.