Al ritmo del péndulo

11/02/2018
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Bolivia es la eterna revolucionaria, que solo construye burguesías corruptas al ritmo del péndulo. Después de la Segunda Guerra Mundial, comenzó en el continente un nuevo ciclo político revolucionario, el peronismo en Argentina, el bogotazo en Colombia y la revolución nacional en Bolivia, al final estalla la Revolución Cubana. Sigue una nueva ola de luchas guerrilleras a lo largo y ancho del continente, y finalmente, la elección democrática de Salvador Allende en Chile.

Todas estas experiencias “revolucionarias” fueron aplastadas por las dictaduras militares que comenzaron en Brasil el 64 y luego Bolivia, Uruguay, Chile y Argentina. Sin embargo, nuevamente se encendió el fuego de la resistencia con el triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua, la lucha guerrillera de El Salvador y la campaña por elecciones directas en Brasil.

A mediados de los años noventa reinaban en casi todos los países latinoamericanos versiones criollas del neoliberalismo, gobiernos de Menem en Argentina, Fujimori en Perú, Cardoso en Brasil, Salinas de Gortari en México, Sánchez de Lozada en Bolivia… Finalmente, la aparente democracia restaurada y las políticas económicas favorables mostraban que América Latina se había convertido en una retaguardia segura y tranquila del Imperio global. Sin embargo, pronto el paisaje político se radicalizaría una vez más. El ciclo popular más reciente –Foro de Sao Paolo– comenzó con la revuelta zapatista en Chiapas, la llegada al poder de Chávez en Venezuela, las victorias de Ignacio Lula da Silva y Néstor Kirchner en Brasil y Argentina, el acceso a un “Estado plurinacional” en Bolivia, y los estallidos sociales en Perú y Ecuador.

En América Latina, tradicionalmente se ven una serie de gobiernos que en diversos grados y campos, tratan de resistir a la voluntad de la potencia hegemónica y un conjunto de movimientos sociales típicamente radicales que luchan para un mundo diferente, pero sin embargo solo favorecen sus intereses; allí se encuentran desde los zapatistas en México y los integrantes del Movimiento Sin Tierra (MST) en Brasil, las FARC en Colombia, los cocaleros y ciertas dirigencias sociales de Bolivia, los piqueteros de Argentina, los huelguistas de Perú, el bloque indígena en Ecuador y tantos otros que Octavio Paz denunciaba como hipócritas: “El marxismo hispanoamericano no es sino una suma de vulgaridades simplezas y obcecaciones, un verdadero oscurantismo…” Finalmente, este proceso también se agota en la corrupción, la justicia y la cárcel que muchos gobiernos ya están confrontando; mientras los demás, luchan por mantenerse en el poder para protegerse de lo que les espera…

El gran problema es que tienen al frente a un gigante corruptor “invencible” estructurado sistemáticamente, planificado con inteligencia y con poder planetario y espacial; un monstruo que tiene sus bases de sustentación en todos los continentes y tiene como tributarias a ideologías de izquierda y derecha; que tiene en sus manos la esfera militar y científica, la esfera represiva y policial, la esfera del poder económico transnacional y financiero, la ciencia, la tecnología, los organismos internacionales, fundaciones y hasta mafias internacionales, a las que prefiere servir en los hechos, pero no en palabras.

Es un mundo de incertidumbre, materialismo y colectivos, donde hablar de Dios, libertad, paz, justicia, de valores y derechos individuales no es pertinente porque están mezclados en la vorágine del hedonismo, la ignorancia y el egoísmo; cuando el hombre se ha convertido en un ser famélico de poder, dinero y placer, en un ser extraviado, alejado de su Ser Integral y una discreta vida superior…

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