La democracia, como forma de gobierno y como medio de gestión de la vida política e, inclusive, de la vida social, es vista y valorada por varios teóricos y analistas como conjunto de reglas para el proceso político o como instrumento para alcanzar determinados objetivos sociales sustantivos. En el primer caso, se trata de la denominada “democracia instrumental o procedimental” y, en el segundo, de la llamada “democracia sustantiva o material”. Como bien subraya Josep J. Vallés, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona, de estas dos versiones de la democracia, una se caracteriza por su mayor interés en los medios de la política y otra por su mayor énfasis en sus fines.
A la luz de lo deseable, se sostiene que la democracia procedimental debe, antes que nada, velar porque las reglas del juego político sean “claras e iguales para todo los participantes en el mismo”. O, dicho en otros términos, asegurar el “juego limpio” entre los actores políticos y brindar las mismas oportunidades de participación a todos ellos. A su turno, la democracia sustantiva está destinada a promover, entre otros objetivos materiales, la atenuación o disminución de las “desigualdades sociales y económicas” que se dan entre los miembros de la comunidad. No se limita a preservar las reglas del juego, se propone provocar efectos sustantivos en los ámbitos social y económico.
Al modelo de democracia instrumental, se asocian los siguientes postulados de todo régimen democrático: 1) El titular último del poder es el conjunto de los ciudadanos o el pueblo, 2) El derecho de la mayoría se debe ejercer sin perjudicar el derecho de la minoría, y 3) Los gobernantes deben ser seleccionados mediante decisión popular y en un proceso de competencia abierta. A estas reglas básicas del juego político, se suman en el modelo de democracia sustantiva, los siguientes postulados: 1) Es necesario impulsar la intervención popular en las decisiones socioeconómicas y 2) Es imperioso reforzar la capacidad de los ciudadanos de influir en el contenido de las decisiones políticas.
La dualidad de modelos de democracia no supone que ambos se excluyen. En todo caso, es más plausible postular que los dos se complementan. Lo que queda claro es que quienes manifiestan su preferencia por la democracia sustantiva aspiran a que esta provoque consecuencias no solo en el sistema político sino también en el conjunto de la sociedad.