El Lloyd Aéreo Boliviano

28/03/2018
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En abril de 1995, con el título de “La Capitalización y el Lloyd Aéreo Boliviano” y en esta misma columna, habíamos sugerido mantener a la entonces línea bandera nacional al margen de la capitalización, precisamente para evitar lo que ha ocurrido, su desaparición.

En esa misma nota, afirmamos que el LAB había cumplido una importante función durante más de medio siglo promoviendo la imagen de Bolivia en el exterior, consolidando la soberanía y disminuyendo aunque sea en mínima proporción los enormes efectos adversos de la mediterraneidad y nos referimos a los altibajos de su vida empresarial, no ajena ciertamente a los intereses de nuestra politiquería.

Un plan de rehabilitación de 1970 permitió la incorporación del equipo jet con aviones 727 200 para pasajeros, así como el 707 para carga, se atendió la deuda externa y las operaciones internacionales e incrementaron cada vez más. El LAB, en 1970, transportó 350 mil pasajeros y casi 1 millón en 1980, lo que demuestra que era posible seguir con su constante progreso.

Obviamente, nadie tomó en cuenta la sugerencia porque los gobernantes sólo escuchan las de sus propios asesores que no hacen otra cosa que repetir como loros lo que les gusta escuchar a los jefes de turno y no lo que corresponde a la realidad. Eso pasó antes y sigue pasando ahora. El LAB fue capitalizado por la brasileña VASP con el lamentable desenlace bien conocido.

Hace pocos días, la prensa informaba sobre la posibilidad de que el añorado Lloyd Aéreo Boliviano reaparezca en el cielo boliviano y también en rutas internacionales, lo que no debería provocar sino beneplácito general. Sin embargo, poco después aparecieron las declaraciones que tiraban por la borda esa efímera posibilidad.

Obviamente, se hicieron conocer una serie de razones como la deuda impositiva y otras regulaciones de la aviación comercial. No deben ser muy capos los impulsores del relanzamiento del LAB porque se han quedado callados. Quizá deberían pedir asesor imilares problemas y, especialmente, a los que manejaron LAMIA cuyas naves volaban hasta sin gasolina suficiente, lo que produjo el trágico accidente en Colombia, sin que hasta hoy se conozca un informe confiable de lo que realmente ha ocurrido. Así nomás es la vida.

En fin, son temas en los que hay mucha tela que cortar y en los que siempre ha habido intereses personales y políticos que han dañado la imagen de una empresa que como EL LAB le dio prestigio al país, en una larga historia de vida que terminó primero por la capitalización y después por una guerra sin cuartel cuando pretendía mantenerse en el aire y estaba levantando otra vez vuelo. Aerosur fue parte de esa guerra y después fue víctima de BOA, cumpliéndose ese axioma que dice que se paga lo que se hace.

En el caso de los departamentos que tenían en ese tiempo poca demanda de pasajes aéreos, hay que reconocer que el LAB, subvencionado por cierto, cumplió con Sucre y su imagen será recordada siempre porque operó en Lajastambo y Tucsupaya sin que se produjera ningún accidente gracias también a la ayuda de Dios porque ambos aeropuertos tenían grandes limitaciones resultantes de nuestra difícil topografía.

Ojalá hubiera todavía la posibilidad de que se haga realidad la reaparición de una empresa aérea que al momento de desaparecer era una de las más antiguas del mundo con casi 80 años en operación.

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