El título de este artículo sirvió para emprender una exploración política y académica que ya lleva cinco encuentros internacionales. Asunción del Paraguay, San José de Costa Rica, Miami, Badajoz y, la semana pasada, en Santa Cruz de la Sierra, han servido para “desencubrir” el tema desde diferentes ángulos.
Investigadores y gestores públicos de 16 países, hemos caminado juntos el último año enfocando la temática de las ciudades intermedias, con los componentes de los que se acompaña. Los encuentros internacionales permitieron estudiarlas desde su comportamiento productivo y de inteligencia, como oportunidad para dinamizar el desarrollo sostenible de los territorios rurales en Centroamérica, desde la implementación de los objetivos de desarrollo sostenible, desde el mundo rural frente a los procesos de urbanización, hasta plantearnos su calidad potencial de respuesta a los procesos migratorios.
Hoy, ocho instituciones nacionales e internacionales de desarrollo, académicas, de cooperación, de coordinación territorial, investigación y producción, podemos afirmar que estamos avanzando sobre un terreno con algunas afirmaciones y certezas.
Aunque no existe unanimidad entre países sobre la definición de ciudades intermedias y la categoría está relacionada con variable mayores que el número de habitantes, los procesos migratorios en América Latina son inexorables y, por ello, nos sorprenden sus consecuencias; las ciudades seguirán siendo receptoras de la población que responde a un itinerario campo-ciudad y ciudad-ciudad, por esa imposibilidad material que tienen los Estados de ofrecer todos los servicios básicos, a todos, en los territorios en los que viven. Escuchamos repetir con diferentes énfasis y con los diversos tonos de las voces que pueblan nuestro continente, condiciones como extensión territorial, economía de escala, expectativas legítimas de las personas, ausencia de planificación, carencia de sostenibilidad fiscal financiera, cambio climático, falta de oportunidades económicas para el desarrollo.
El fenómeno debe ser enfrentado desde una perspectiva multidimensional y multisectorial, y con niveles de coordinación mayores a los que existen actualmente para resolver una exigencia que llegó para quedarse y que ya impone sus dinámicas. Lo urbano, ausente en el debate de las políticas públicas, empieza a reconocerse como una problemática amplia y compleja, y que necesita respuestas de las mismas dimensiones.
En la última reunión de Santa Cruz, las ocho instituciones que integramos la alianza y quienes fueron invitados por sus conocimientos sobre el tema, hemos revisado en la voz de 27 expositores los aspectos más relevantes de las ciudades intermedias. Enfoques institucionales, de actores bolivianos en sus diferentes niveles y orígenes institucionales, las voces de los organismos internacionales y las formas concretas que plantea la vida en ciudad y que demandan ser tomadas en cuenta, han abierto una agenda de características obligatorias. Hay experiencias y respuestas para todos los retos, estamos a tiempo, pero debemos asumir una dinámica que todavía no adquiere la rapidez que el momento demanda. Durante los 2 días que duró el encuentro, dijimos que 600 nuevos migrantes habían llegado a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, para quedarse.
Bolivia, como Estado, tiene una deuda de servicios básicos con su población y que debiera convertir a la presión migratoria, en una invitada forzosa y obligatoria de nuestra mesa cotidiana. El 90% de la población viviendo en áreas urbanas el año 2032, con el 83% en los departamentos del eje central y 1 millón de kilómetros cuadrados sin masa crítica poblacional, demandan respuestas.