Ya no está entre nosotros Oscar Crespo, pero con su muerte inmortalizó su nombre. A poco de llevarse a cabo una nueva versión de su circuito en la Capital del Automovilismo Boliviano, se va por el camino que todos tenemos que seguir.
Vivió muchos años, aunque los últimos alejados de su actividad empresarial y de lo que fue una de sus pasiones, el automovilismo. Sin embargo, seguía de cerca las carreras nacionales e internacionales, como la de Fórmula uno, habiendo estado siempre actualizado de las modificaciones técnicas de cada temporada.
Se lo conoce como el caballero de las rutas, nombre que se lo ganó en años de actividad deportiva y esa característica enorgullece a los bolivianos y especialmente a los chuquisaqueños, más que los varios triunfos de su habilidad conductiva, porque sus constantes detalles permitían conocer sus valores humanos como su singular generosidad, no solamente con sus amigos o conocidos, sino con cualquier necesitado, característica humana que solamente conocíamos los que tuvimos la suerte de estar íntimamente vinculados a su vida personal.
Nunca dejó de llevar el nombre de Sucre en su coche de carrera, como prueba del amor a su ciudad natal a la que nunca le pidió nada, pero que lo declaró hijo predilecto, nombramiento que estaba respaldado por el cariño que le tenían sus coterráneos. Sin embargo, se sentía también paceño y amaba La Paz, ciudad que lo cobijó durante muchísimos años y que fue sede de su actividad empresarial.
Este hombre que pensaba en los demás antes que en sí mismo, deja junto a los buenos recuerdos, tres hijos y varios nietos: Gogo en Chile, Roxana y René en La Paz. Roxana que, sintiéndose hija de un varias veces campeón nacional, incursionó alguna vez en las carreras automovilísticas, pero respetada especialmente por su arte y hermosa pintura ubicada dentro de varias corrientes de su impresionismo o de su realismo figurativo y René, el más joven, dinámico empresario, herederos todos de las cualidades de un hombre y padre ejemplar.