Mediante la Ley 988, promulgada el primero de noviembre del año pasado, se “declara el 12 de mayo de cada año Día Nacional de la Escritora y del Escritor Boliviano, como justo reconocimiento –dice el texto parlamentario– a los escritores y poetas que aportan y contribuyen a la riqueza documental de la producción literaria nacional”. El gestor principal del engorroso trámite fue Eliseo Bilbao, presidente de la Unión Nacional de Poetas y Escritores de Cochabamba.
Para muchos tal vez sea una sorpresa. Si casi todos tienen su día en alguna fecha del año, incluso “el más fiel compañero del hombre” en San Roque, ¿cómo no había de tenerlo el hombre de letras? Aunque ser “el más fiel” no hace que le profesen a uno más cariño, quizá por la misma razón no tiene mejor suerte el escritor. En la comedia “La zorra y las uvas” (1953), el dramaturgo brasileño Guilherme Figueiredo pone en boca de Esopo: “Cuanto más conozco a los hombres, más cariño siento por mi perro”. ¿Qué habrá querido decir?
De hoy en más, ya figurará el escritor en el calendario de las fechas festivas porque es también, a su manera, un esforzado trabajador de la pluma. El 23 de abril se recuerda el Día del Libro, pero se habían olvidado asignarle una fecha al autor. ¡Qué mala memoria! Es cierto que no todos los libros tienen autor; algunos, como es el caso de la comedia “Seis personajes en busca de autor”, de Pirandello, que no acaban de encontrar el suyo nunca. Hay también otros definitivamente anónimos.
El azar determina las fechas de los aniversarios, puede ser cualquier día. Sucede como con los seres humanos que llegan a este valle de lágrimas el rato menos pensado. Pero es generalmente para resaltar algún acontecimiento histórico, por eso mismo la celebración tiene cierta connotación emocional; además, porque esa fugacidad del tiempo nos advierte que es un año más que se va.
La de los escritores se eligió en homenaje a dos egregias personalidades de la literatura nacional: el 12 de mayo de 1868 nació el poeta Ricardo Jaimes Freyre; ese mismo día pero en 1949, murió el crítico y novelista Carlos Medinaceli. Son coincidencias un poco extrañas, pero no las únicas. Cervantes y Shakespeare fallecieron en el mismo año (1616), en la misma fecha, incluso hay quienes afirman que a la misma hora.
Se despachó la ley por la vía de la rutina ordinaria, como una más de las muchas que publica la Gaceta. Tal vez incurrimos en un idealismo quijotesco, pero habríamos deseado que se difundiera con mayor trascendencia en todo el país. Era un buen motivo para hacerlo. Si en los años 30 del siglo XIX escribir en España era llorar, como decía Larra; en los tiempos de Medinaceli era matarse, según la amarga confesión del escritor. A más de un siglo, esa realidad parece no haber cambiado gran cosa.