En son de crítica, sorna o ironía, se comenta que los chuquisaqueños vivimos del pasado, rememorando glorias añejas de las que nos enorgullecemos.
Reflexionando al respecto, tengo que reconocer que es muy cierto, la razón es muy simple: recordar es vivir.
Atesora Chuquisaca una brillante historia de acontecimientos trascendentales de repercusión regional, nacional y continental.
La Academia Carolina, fuente de luces y saberes; la Universidad de Charcas, formadora de cultos doctores, sagaces visionarios, cuya genialidad gestó la idea de emancipación del Alto Perú.
El Primer Grito Libertario del 25 de mayo de 1809, que alertó e impulsó a los pueblos de América a liberarse del poder de España y a crear nuevas patrias, donde impere la libertad, la justicia y la autodeterminación.
En la guerra de la independencia, nuestros coterráneos realizaron grandes hazañas, guiados por caudillos y valientes patriotas como Vicente Camargo, Manuel Ascencio Padilla y su esposa Juana Azurduy, ejemplo de mujer, con temple de acero y corazón de madre que hizo suyo el sufrimiento del pueblo alto peruano y se entregó a la lucha por sus ideales.
Cuna donde nació Bolivia, es Chuquisaca, un 6 de agosto de 1825.
Ya en tiempos de la nueva república, se cedieron grandes extensiones territoriales a todos los vecinos; a Oruro, para que se constituya un departamento, pues era solo una ciudad, a Potosí, a Santa Cruz, a Tarija.
En la Guerra del Pacífico, presentes estuvieron los chuquisaqueños a defender las costas marítimas. Valiosos revestimientos de plata labrada de algunas iglesias fueron desmantelados y donados para los gastos de la guerra.
En el conflicto del Acre, en la campaña del Chaco, valientes soldados, élites de profesionales marcharon en defensa del petróleo, en la más cruenta contienda bélica de América.
Soldados chuquisaqueños lucharon en Ñancahuazú para derrotar a la guerrilla extranjera. Los chuquisaqueños siempre defendieron la patria chica y la patria grande en todo peligro.
También reconocemos agradecidos a nuestros mayores la educación que nos dieron, los valores morales que nos inculcaron, los valores cívicos, las creencias religiosas, la devoción a la Virgen de Guadalupe.
Los valores culturales que heredamos de los intelectuales, científicos, escritores y poetas.
La obra de músicos y compositores, la de destacados pintores, artesanos, las destrezas y habilidades de los nativos, sus expresiones de arte.
Hay tanto que conservar, tanto que cuidar y tantos motivos para sentirnos orgullosos.
La exquisita gastronomía, los chorizos, el mondongo, el c’ocko de pollo, la sullka, el crujiente k´arapecho, el conejo estirado, los sabrosos picantes.
La buena repostería, las empanadas de Santa Clara, de lacayote, de carne y otras. Los dulces, las horchatas de janchicoco y almendra, los helados, la leche de tigre, las chichas. Ni qué decir de los chocolates, cuya calidad y fama son parte de la marca de la ciudad.
Nuestras provincias, con fértiles valles que producen frutos que aún conservan el sabor criollo.
Los viñedos de los Cintis, vinos y singanis de insuperable calidad, la mejor y mayor producción de ají y maní de la región de Padilla. El chaco chuquisaqueño con su actividad agrícola y ganadera.
Sucre, la capital, ciudad pequeña, de gran belleza, al recorrer sus calles, admirar sus templos, monumentos, los rincones pintorescos, llenos de historia y leyendas es inevitable no retroceder en el tiempo, e imaginar el pasado de esplendor, del buen vivir de sus habitantes.
La plaza 25 de Mayo, donde se dieron grandes sucesos, es también el cofre que atesora las vivencias de la niñez y juventud, nuestra vida toda está ligada a este inolvidable escenario.
Ya de viejos, sentarse a la sombra de centenarios árboles, es llenarse de añoranzas, nostálgicas y es también renovar energías.
Las nuevas generaciones de Karapanzas tienen que conservar su identidad, procurando ser siempre mejores personas, útiles, con un digno don de gente, que honre a nuestros antepasados, a nuestra tierra natal. Que su orgullo sea sano, exento de vanidad, mezquindad, sin alarde, altanería ni jactancia y sin ninguna intención de dañar a nada ni a nadie.
Es conocida la reflexión: “un pueblo que no sabe de dónde viene, no sabe a dónde va”, es como una edificación sin cimientos, como una nave sin rumbo.
Un antiguo poeta chuquisaqueño resume en sus versos mucho de nuestro sentir:
“Los pueblos que deseen negar tu historia y hundirte en la miseria de sucios trapos.
¡Ya quisieran madona, para su gloria, un pedazo siquiera de tus harapos!”