La decisión de la Amaury Sport Organisation (ASO) de no incluir a Bolivia en la ruta del “rally” Dakar 2019 no causó mayor impacto en el país. Han transcurrido casi diez días del anuncio oficial en ese sentido y no hubo ninguna protesta significativa, salvo voces aisladas en las redes sociales.
Y eso se debe en gran medida a la politización que el Gobierno central inyectó en la competencia. Al ser el que decide si se pagaban o no los 4 millones de dólares que la ASO le pidió al país, año tras año, la actual administración aprovechaba el impacto mediático del “rally” para publicitar su gestión. Y lo hacía con el dinero de todos los bolivianos.
Pero algo ocurrió este año. El piloto Leonardo Martínez aprovechó su llegada al podio para pedirles públicamente al presidente y vicepresidente del Estado que respeten los resultados del referéndum del 21F. La escena y el pedido fueron difundidos en directo por Bolivia TV y, así, recorrió el país literalmente de punta a punta. Si las cadenas internacionales no hicieron lo mismo, incluyeron luego la noticia en sus informativos. El uso propagandístico del “rally” Dakar tuvo, aunque sea por un día, el efecto de un bumerán. Desde luego, las autoridades nacionales negarán que el incidente haya tenido algo que ver con la salida de la ruta de la carrera de 2019.
La decisión ya está tomada. Y la exclusión de Bolivia no es el único caso. Antes desertaron Chile y Argentina así que Perú será el único país que cuente con la competencia el próximo año. Cada uno de los gobiernos tuvo sus motivos pero dos son los que pesaron más: el alto costo que representa ser uno de los países sede y las protestas de los ambientalistas ya que un hecho innegable es que el paso de los vehículos por regiones con belleza paisajística causa daños a su entorno.
Hubo un tiempo en que Bolivia necesitó ser parte de ese “rally”. No se puede negar que la competencia, que pasó de ser una medición deportiva a un “megaevento” millonario, tiene una gran cobertura mediática y eso la convierte en una vitrina para los países que necesitan promocionar sus atractivos turísticos.
En el caso del país, esa fue la razón para privilegiar al Salar Thunupa, más conocido como Salar de Uyuni, que fue tomado en cuenta en todas las versiones que incluyeron a Bolivia. Tampoco se puede negar que, por eso mismo, esa maravilla natural apareció en las pantallas de familias que ni siquiera sabían que existía. Eso atrajo mucha gente y, según el Gobierno, fue determinante para que los productores de la saga cinematográfica “Star Wars” la eligieran como una de sus locaciones para su “Episodio 8”.
En su paso por Bolivia, el “rally” modificaba su ruta a pedido del Gobierno. Fue así cómo llegó también a Oruro, Tarija, La Paz y Chuquisaca. No todos tuvieron el desfile de vehículos en sus territorios pero se beneficiaron, así sea indirectamente.
Pero al evaluar la cobertura que las grandes cadenas hacían de la competencia, se llegó a la conclusión de que, al final, la inversión no justificaba los resultados. En la transmisión televisiva, por ejemplo, se veía el paisaje como fondo pero, más allá de mostrarlo, las cadenas solo informaban lo básico sobre las regiones por las que pasaban los vehículos. Casi nada se decía sobre historia, geografía o el turismo de las regiones y sí había mucho de frivolidad. Al seguir esas transmisiones, uno se enteraba más de qué comían los periodistas que estaban cubriendo el “rally” que de las regiones por las que pasaba.
Por tanto, esta competencia cumplió, sobradamente, con las razones por las cuales se pidió incluir al país en ella. No pasará por Bolivia el próximo año y, por lo apuntado, parece que es lo mejor que pudo pasarnos al respecto.
Han transcurrido casi diez días del anuncio oficial. El rally más peligroso del mundo no pasará por Bolivia el próximo año y no hubo ninguna protesta significativa, salvo voces aisladas en las redes sociales