Momentos muy complejos vivió el presidente Evo Morales, la semana pasada, junto a sus partidarios. El peor de ellos fue el controversial anuncio que hizo su Gobierno sobre el autor del disparo con canicas que habría provocado la muerte del universitario Jonathan Quispe.
La semana de los dolores de cabeza empezó con las revelaciones de corrupción en las obras construidas para los Juegos Suramericanos; le siguió la inauguración de los mismos efectuada en un estadio colmado de público que incomodó a los oficialistas por el cántico “Bolivia dijo No”. El colmo llegó con la intempestiva salida del Mandatario para “acompañar” a su homólogo de Paraguay por “razones protocolares”, dejando a la audiencia de los Juegos Suramericanos sin discurso presidencial inaugural.
El gobernador cochabambino Iván Canelas reaccionó a este hecho sacando a relucir aquello que siempre fustigó el MAS: tintes racistas y hasta separatistas, que ocasionaron ronchas a gran parte de la población, especialmente cruceña.
Luego, se produjo una marcha de estudiantes de la UPEA, que además de una pérdida humana develó el uso de canicas en las represiones sociales, algo negado enfáticamente por el Gobierno. El hecho despertó el hastío de los pobladores de El Alto, uno de los bastiones del MAS, que se puso en pie de guerra exigiendo verdad y justicia.
El movimiento dejó perplejos a los bolivianos y en silencio al ministro Carlos Romero que había lanzado hipótesis “inducidas”, que finalmente tuvo que reacomodar ante el reto de un policía perito que invitó a debatir los resultados.
Otro tema incómodo fueron las denuncias de nepotismo entre la ministra de Salud, Ariana Campero, y su hermano, asunto que aguó la renuncia programada de la ex autoridad embarazada.
Para colmo, un juez estadounidense absolvió al ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada y su mano derecha, el ex ministro Carlos Sánchez Berzaín, en el juicio que llevan a cabo los familiares afectados por las muertes de Octubre Negro.
La semana que viene podría ser aún más complicada por el inicio de un paro y de movilizaciones de protesta de la población alteña, a lo cual podría sumarse el movimiento de los mandiles blancos.
¿La renuncia del ministro Romero calmaría las aguas? Difícil saberlo. Sin embargo, todo indica que el ciclo de enamoramiento entre la población y la propuesta del MAS entró en una fase crítica.
¿La renuncia del ministro Romero calmaría las aguas? Difícil saberlo. Sin embargo, todo indica que el ciclo de enamoramiento entre la población y la propuesta del MAS entró en una fase crítica