Agitador eterno de las moles, que van con formidable movimiento, rodando en la extensión del firmamento. Creador de mundos, constructor de soles, mi raquítico y torpe entendimiento, apenas a llegar a ti se atreve, aunque hasta ti con avidez le lleve, la misma actividad del pensamiento. El infinito existe, con espanto yo lo miro extenderse en rededor mío y luego dilatarse tanto, tanto, que da miedo pensar que esté vacío. El espacio que aparta las estrellas, ¿Será un desierto inútil, mudo, frío, sin más objeto que mediar entre ellas? Y esas esferas cuyo rumbo cierto calcula y determina al hombre mismo, ¿Son desiertos rodando en el desierto o soledades cayendo en el abismo? La esfera que yo habito es un grano de arena comparada con muchas de las que hacen su jornada por el camino azul del infinito.
Y estando este mundículo cuitado por seres mil desde sus blancos polos hasta su línea equinoccial poblado… ¿Los demás, por ventura estarán solos? No puede ser, por la faz de la Tierra se derraman seres cual yo, que piensan, sienten y quieren, gozan y sufren, aborrecen y aman, mas nacen, luchan por la vida y mueren. ¿De dónde al mundo terrenal venimos? ¿Por qué razón sufrimos y gozamos y cuando aquí nuestra misión cumplimos, a qué lugar del infinito vamos? ¿Por qué aquí la razón y la conciencia, en cada cual progresan y varían, a medida que la flor de la humana inteligencia, se nutre con los jugos de la ciencia, en los feraces campos de la vida? Progresan y varían como lo hace la materia que al cuerpo constituye, con la que tienen un estrecho enlace y la materia ni en el niño nace, ¡ni en el cadáver yerto se destruye! Luego este mundo tiene la materia y el espíritu viene del espacio para habitar su exigua preferencia, ya sea una choza o un palacio, ya sea en la abundancia o en la miseria. Luego el alma a la hora de la muerte, vuelve al espacio más adelantada, en la Tierra dejando abandonada una envoltura material ya inerte, que solamente la pidió prestada.
¿Por qué en los otros no ha de ser lo mismo? Cada astro debe contener sus hombres que tendrán otras formas y otros nombres y la vida con otro mecanismo. Vivirán más de prisa o más en calma, unos serán más grandes que los otros, pero, en esencia, son como nosotros, seres compuestos de materia y alma. Hay, pues, dos universos: el sensible y el moral, misteriosos y profundos; el uno material, el de los mundos, el otro, el de las almas, invisible. ¿Cual fue primero? ¿El alma o la materia? ¿Nacieron a la vez? ¿Cómo? ¿De dónde?
¡Formidable cuestión, que a la miseria de nuestra pobre concepción se esconde! Pero ambas tienen alguien quien la rige y con mano inflexible las gobierna y una ley que su ímpetu dirige, sabia, inmutable, ineludible, eterna. ¿Cuál es esa ley, a dónde está la mano? La ley es la tracción desde la estrella al más pequeño grano, fatalmente sujetas van a ella; La mano es la de Dios, ser soberano, cuyo nombre en sus obras está escrito y con el alma está en el cuerpo humano, está en la eternidad y el infinito. Zeus en Grecia, Júpiter en Roma, Aura mazda en la Persia, Tien en China, Heloin, Brahama, Jehová, mil nombres tiene en el lenguaje la entidad divina.
Pero en todos proclaman su existencia, la misma idea con distinto nombre, innata en el espíritu del hombre, innata en su razón y en su conciencia. No alcanzo a comprenderte, Pero veo en torno mío por doquier tus huellas, en el cielo marcadas con estrellas y en la tierra con vidas. Y, yo creo, aunque diga quienquiera que me equivoco, que es preciso ser necio o estar loco, o ser imbécil para ser ateo…(Un regalo)