La guerra comercial podría conceptualizarse como las medidas impositivas y/o arancelarias mediante las cuales los países estructuran una barrera al comercio que encarece el costo de importar y exportar, en pocas palabras son las medidas proteccionistas del mercado interno, es el antónimo de libre comercio.
El enfrentamiento comercial de EE.UU. y China empezó con imposición e incremento de aranceles a las importaciones chinas, medida adoptada por Trump debido a que el déficit comercial en 2017 fue de $us 375 mil millones, es decir mientras China le vendía productos por $us 505 mil millones, EE.UU. solo vendía $us 130 mil millones; China inmediatamente respondió en la misma medida. EE.UU. afectó a las importaciones de celulares, computadoras, artículos textiles, muebles, entre los principales; China dio el golpe a las importaciones de productos agrícolas, entre ellos la soya.
Esto podría beneficiar a otros países, entre ellos latinoamericanos, que podrían tener la alternativa de vender su producción a los países que se enfrentan, por ejemplo ofrecer a China productos agrícolas, para reemplazar las exportaciones norteamericanas, sin embargo, como en toda guerra existen víctimas colaterales, un claro ejemplo es Argentina, ya que si este país decide exportar productos agrícolas a China, EE.UU. le pondrá barreras comerciales que perjudicarían sus exportaciones, esto se replica a la mayoría de los países, en este sentido se aplica muy bien el dicho que en la guerra y en el amor, todo vale.
También existen los aliados, en el caso de EE.UU. la mayor parte de la Unión Europea (la cual también tiene un déficit comercial con China); se prevé que en los próximos días también pondrán aranceles a los productos chinos, por lado del gigante asiático sus aliados principales son Rusia, Irán, entre otros, los cuales tienen por objetivo no solo las medidas arancelarias, sino cambiar el régimen del patrón dólar, romper la hegemonía de EE.UU. respecto al mercado financiero internacional y sobre todo eliminar la dependencia de los petrodólares.
En el caso de Bolivia no somos ni víctimas ni aliados, ya que no dependemos ni política ni económicamente de ninguno de los países que se enfrentan, prueba de eso es que ya en meses anteriores se firmó un acta de entendimiento con China para que nuestros ganaderos puedan exportar carne vacuna; ahora se abre la oportunidad de exportar productos agrícolas al gigante asiático, sobre todo soya y quinua, sin embargo el sector privado agroindustrial es el que no debe dejar pasar esta oportunidad y debe ser capaz de incrementar su producción para poder exportar.
Esta guerra comercial tarde o temprano desembocará en alguna forma de solución económica, ya que el incremento de los costos de importar y exportar siempre lo pagan los ciudadanos, generando incertidumbre y malestar económico; esta coyuntura debe ser aprovechada por países como el nuestro que tiene la gran posibilidad de convertirse en un proveedor alternativo, la iniciativa estatal y sobre todo la privada deben reaccionar de forma inmediata para no dejar pasar los múltiples beneficios de poder ser proveedores de dichos mercados.