Multitudes hambrientas de la palabra y la verdad

22/07/2018
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El domingo pasado veíamos como Jesús envió a sus discípulos de dos en dos a anunciar el reino de Dios por pueblos y ciudades. Hoy vemos el regreso de su misión después de haber cumplido el encargo del Maestro, vuelven cansados, pero contentos. Jesús los recibe cariñosamente y los invita a descansar. ¡Cuan necesario es el descanso para todos, pero mucho más para los pastores! Sin embargo, los planes de retiro para descansar fueron frustrados por la presencia de las multitudes hambrientas y ávidas de la Palabra y de la verdad y recibir los beneficios de su maravilloso beneficio de amor.

Todos necesitamos buenos pastores, sobre todo, la presencia del Pastor de pastores, Cristo Jesús. Rezamos en el salmo 22: “El Señor es mi pastor, nada me puede faltar”. Corremos el riesgo de no apreciar debidamente nuestro privilegio, no aprovechando suficientemente las riquezas de su gracia y, al final quedarnos sin pastor y llegar a ser “como ovejas sin pastor” desorientados y dispersos, al igual que aquella gente que provocaron la compasión de Jesús, el Buen Pastor. El Señor no sólo es pastor, es su misión, sino que se preocupa que tengamos pastores que hagan viva la presencia suya.

El Señor nos concede siempre pastores a su Iglesia. Precisamente hoy, el Pastor de la Arquidiócesis de Sucre, Mons. Jesús Juárez Párraga, cumple 75 años de vida. Al llegar a esta edad, el Código de Derecho canónico prescribe a cada obispo presentar la renuncia a su cargo. El Papa verá cuando acepta esta renuncia. Monseñor Jesús Juárez, como buen pastor de esta iglesia de Sucre ha hecho grandes esfuerzos para llegar a todas las parroquias del campo y de la ciudad. Ha trabajado por la unidad y la paz entre la ciudad y campo. Digo Arquidiócesis de Sucre y no Chuquisaca, porque ese es el nombre que la Santa Sede le ha dado. El nombre de cada diócesis se da de acuerdo a la ciudad donde vive el obispo. Por otro lado, no toda Chuquisaca pertenece a esta esta Iglesia, pues hay otra parte que pertenece al Vicariato de Camiri. Oremos para que el Papa nos dé un buen pastor.

Al llegar a este punto, podemos hacernos algunas preguntas que nos ayuden a tomar conciencia de nuestra vocación misionera: ¿Es visible en esta sociedad de creyentes, tan amplia como es la Iglesia actual, su condición de convertidos a la fe y de seguidores de Cristo? ¿Son los cristianos los pregoneros de la justicia, del amor liberador, de fraternidad universal y de los derechos humanos en general? ¿Ven los cristianos los compromisos mundanos, como una consecuencia lógica de su fe en la persona y en el Evangelio de Cristo? En una palabra: ¿somos conscientes de que la comunidad cristiana es esencialmente misionera? Así como necesitamos más y buenos pastores, no es menor la necesidad de cristianos misioneros.

 

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