“Palo, palo, palo bonito, paloé”

BARLAMENTOS 27/07/2018
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Mentira, ningún palo es bonito, así lo diga la canción caribeña. Menos los palos que blandían encapuchados de Santa Cruz de la Sierra, que quizá eran mangos de picota que venden los ferreteros. Y así hayan “pelado” las capuchas, revelan nomás una posible observación sociológica que aunque me den urticaria, existen en el paisaje político del país.

En la Bolivia previa a la asunción del “primer Presidente indígena” (pobre Benito Juárez de México), la controversia centraba sobre una Carta Magna falsa y las autonomías departamentales. La línea divisoria cortaba el país verticalmente entre occidente y oriente. Hoy es el prorroguismo de Evo Morales y el respeto a la Asamblea Constituyente que él mismo manoseó, en que la mayoría de los bolivianos votaron NO a su re-re-reelección en Referendo del 21 de febrero de 2016 (21F). La línea divisoria es horizontal, cortando sectores sociales según cariz político, casi siempre demagógico.

¿Será que la guerra civil está incubando en Bolivia?, me preguntaba en 2005. Porque no habían sido “jóvenes encapuchados que defendían la democracia” –“talibanes indígenas”– como arguyen, sino mestizos gremiales curtidos en asonadas cuando extorsionan al Gobierno de turno. Como el exceso popular se rige por el principio de acción y reacción, entonces los activistas del Bolivia dijo No quizá organizarían jóvenes con mangos de picota salpicados de algunos palos de golf para pelear con montoneros masistas. Y palo, palo, palo bonito paloé.

Opinan el ex vicepresidente Víctor Hugo Cárdenas y el pensador Fernando Untoja sobre el falso discurso “indígena” del actual Gobierno. Puntualizan que no existen “indígenas” en Bolivia y que una docena de años de falso discurso han dejado vacío el concepto “indígena”. El lúcido Cárdenas califica de “impostura democrática del MAS”, enrostrando que Evo Morales “no habla ni aimara ni quechua” y quizá menos chiquitano, tacana, guaraní u otra de las lenguas orientales. A su vez, Untoja puntualiza que “en Bolivia existen realmente aimaras, quechuas, guaraníes y otras comunidades, pero indígenas no”. Tampoco valen las caracterizaciones de “originario” –que quiere decir “oriundo” – porque todos nacimos en algún lugar de este inmenso y despoblado país. ¿Será que solo fue una argucia demagógica para dividir a los bolivianos en términos antagónicos?

Porque todos somos bolivianos y biológicamente en mayor o menor grado, según la astillita familiar que tengamos, somos mestizos. También mestizos culturalmente. ¿O manejar un teléfono inteligente hace gringo, coreano o chino al boliviano? ¿Volar en avión francés con partes gringas? ¿Comer anticuchos hoy y hamburguesas mañana?

En los 12 años de Evo Morales, penoso ha sido el racismo al revés. Si hubo o hay prejuicios raciales de “blancoide” a “indioide”, también incubaron sesgos de “indigenoide” a “blancoide” con el blablá indigenista. No deben ser hijos de Dios los “indígenas de tierras bajas”, después de que sucesivas Marchas por el Territorio y la Dignidad, que fueron nueve a lo largo de la historia, como son nueve los reclamos que ellos hacen. Fíjense cómo el Gobierno cocalero trata a los “originarios” del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (Tipnis). ¿No es justo que pidan castigo a represores de Chaparina en 2011, en vez de premiarles?

Sí existen indios en Bolivia, aunque el MAS quiera barnizar llamándolos “indígenas”. Bolsones de extrema pobreza en el norte potosino y “regiones de refugio”, las llamaba Gonzalo Aguirre Beltrán, en el norte paceño; los penosos ayoreos en calles cruceñas; los Urus empujados por aimaras en el altiplano; los Weenhayek acorralados por guaraníes y criollos en el Chaco. Hasta el nombre habían perdido los Esse Ejja en Riberalta, que de niño conocía como “Chamas”.

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