Hemos sobrepasado la mitad del año y las autoridades que desempeñan responsablemente sus cargos ya deberían tomar previsiones tanto para los excesos como para la falta de lluvias.
Los excesos son los que en el oriente del país causan inundaciones y en el occidente llegan a causar daños en la infraestructura vial. Urge, pues, que se tracen planes de contingencia para los meses en los que las lluvias son abundantes y, de ser necesario, deberían encararse obras preventivas o de reparación.
No obstante, las experiencias de los dos últimos años, y particularmente del anterior, nos demuestran que entre los mayores enemigos no se encuentran los excesos sino la falta de lluvias.
Entre 2016 y 2017, la falta de lluvias provocó que se asumieran medidas de emergencia en Potosí, donde la sequía es un eterno fantasma, en Sucre y La Paz que, por ello, se vieron obligados a racionar la distribución del líquido.
Los reportes de las emisoras de la sede de gobierno dan cuenta que las autoridades paceñas ya habrían asumido medidas preventivas.
Sucre, como se sabe, depende en gran medida —aproximadamente el 90 por ciento de la población del municipio— del agua provista por el canal Ravelo. Empero, al depender también esta fuente de las lluvias, es preciso buscar fuentes alternativas de aprovisionamiento. Esa es una de las razones que motivó el proyecto Fisculco que todavía no está en operaciones. Como la capital ha crecido, una buena porción de su territorio —aproximadamente el 10 por ciento restante— se encuentra en la zona denominada alta, por su elevación. Esa se provee de Cajamarca cuya dependencia de las lluvias es todavía mayor.
Autoridades han admitido que la época de estiaje afectará a ese 10% de la población, pero aseguran que trabajan en un plan de contingencia para evitarlo y que se cumplirá el cronograma previsto en el proyecto Fisculco.
Como se ve, los proyectos existen pero deben ejecutarse desde ahora y bajo una atenta vigilancia. Sería contraproducente que éstos arranquen, especialmente en su fase operativa, en los momentos en que comience a escasear el agua. Lo ideal es que ya estén listos antes de que ello ocurra.
Entretanto, es conveniente que también sean subsanadas las observaciones administrativas a las empresas prestadoras del servicio de agua; se las dote de autoridades titulares y no se descuide a futuro planes y proyectos necesarios para responder a tiempo al crecimiento poblacional, sin renunciar a gestiones para que el Estado central se encargue del total de la inversión, como pasa en otros puntos del país.
Las autoridades que desempeñan responsablemente sus cargos ya deberían tomar previsiones tanto para los excesos como para la falta de lluvias, con los antecedentes penosos de años anteriores