Símbolos: más allá del poder

EDITORIAL 11/08/2018
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La simbología es, sencillamente, el estudio de los símbolos o el conjunto de éstos. Adquiere sentido al conocer que el masculino símbolo es un “elemento u objeto material que, por convención o asociación, se considera representativo de una entidad, de una idea, de una cierta condición”. Es, también, la “representación sensorial de una idea que guarda un vínculo convencional y arbitrario con su objeto”.

La semana que termina estuvo signada por los símbolos. Primero la medalla y banda presidenciales, robadas en medio de la abyección y recuperadas menos de 24 horas después, y luego el nuevo palacio presidencial, ese que el Gobierno llama “Casa Grande del Pueblo”.

Sobre la medalla se ha dicho y publicado bastante ya que, si bien es otro símbolo del poder, la banda le acompañó de manera coetánea, no precisamente protagónica. Entre los escasos aspectos positivos que se debe rescatar del suceso es que dio lugar a debates entre los historiadores que contribuyeron a conocer mejor la historia de ese símbolo que primero le perteneció a Simón Bolívar, después a Andrés de Santa Cruz y, finalmente, terminó convirtiéndose en insignia de mando de los presidentes bolivianos.

El palacio presidencial es, en todos los sentidos, otra historia.

En su afán por justificar el cambio, el presidente Evo Morales dijo que el ahora desocupado Palacio Quemado fue un símbolo de oprobio ya que muchos presidentes murieron asesinados allí. El dato es incorrecto si se toma en cuenta que el número de mandatarios que encontraron la muerte en el interior del edificio es tres (Manuel Isidoro Belzu, Agustín Morales y Gualberto Villarroel), una cifra muy baja si se toma que el actual es el sexagésimo quinto de la historia. La estadística fría señala que, de 65 presidentes, 12 murieron asesinados y, de éstos, sólo tres en Palacio Quemado.

Es probable que Morales se refiera al papel que cumplió ese edificio en el periodo colonial, cuando fue el edificio del cabildo de La Paz, pero ni siquiera en el tiempo del cerco de Tupaj Katari cumplió función oprobiosa. Por el contrario, en ese doloroso periodo de la historia paceña, fue utilizado como hospital para los enfermos de disentería. Si se colgó a los indios entonces, por sospecha de ser cómplices del levantamiento, se lo hizo frente a la casona, no en sus interiores.

Es cierto. En ese edificio estuvo la cárcel en la que fue encerrado Pedro Domingo Murillo tras su levantamiento de 1809, y de allí salió rumbo al cadalso, pero esa era una de las características de los edificios pretoriales del periodo virreinal; es decir, todos tenían ambientes destinados a cárceles.

Pero hay detalles de ese edificio que Morales parece ignorar y, al parecer, sus asesores no le cuentan. Uno de ellos, por ejemplo, es que el edificio original; es decir, el que fue construido para el cabildo de La Paz, fue una obra de indios de Tiwanaku, Chucuito y Callapa.

Sin embargo, como en el caso de la medalla, su principal valor histórico está en el periodo republicano, cuando el edificio se convierte en palacio de gobierno, a despecho de Sucre, la capital constitucional, pues, para tal cambio, primero se debió despojar a esa ciudad de su condición de sede de gobierno.

Desde el punto de vista de la simbología, el cambio no sólo está orientado a mostrar una imagen diferente de Bolivia, pisoteando muchos de los valores republicanos, sino a un claro intento de sobreponer un objeto, en este caso un inmueble, sobre la historia y el pasado de Bolivia. No es mero lujo ostentoso… es la representación sensorial de una idea... es toda una declaración. Pero sólo los oficialistas saben de qué.

El cambio de palacio no sólo está orientado a mostrar una imagen diferente de Bolivia, sino a un claro intento de sobreponer un objeto, en este caso un inmueble, sobre la historia y el pasado de Bolivia. Es la representación sensorial de una idea... es toda una declaración. Pero sólo los oficialistas saben de qué

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