La corrupción se parece a la presión atmosférica porque no se ve, pero se siente, se olfatea, además, no deja “factura”. Por ello, la publicación de los cuadernos de Oscar Centeno, chofer del ex secretario de Coordinación del Ministerio de Planificación Roberto Baratta, alto funcionario de los ex gobernantes Kirchner-Fernández, ha provocado no sólo un verdadero terremoto político en Argentina, sino también prueba (por primera vez), la corrupción en el sector privado y la detención de los principales jerarcas del empresariado argentino.
En este caso, la corrupción no dejó facturas, sino unos cuadernos con nombres, fechas, días, recorridos, montos etc. que prueban (como nunca se había descubierto antes) que hay algunos empresarios (ahora detenidos) comprometidos con la corrupción al más alto nivel político, que aportaban cuantiosos montos de dinero a los esposos Kirchner-Fernández en la Quinta presidencial “Los Olivos”.
Las evidencias, debidamente contrastadas con los empresarios “dueños” de las grandes licitaciones del Estado, desnudan que la corrupción en el vecino país se ha hecho por escrito y a plena luz del día. En la medida en que las investigaciones avanzan, se conocen las distintas formas, montos de dinero entregados, modalidades de los negociados, sobornos, tráfico de influencias y el verdadero asalto y saqueo al erario público.
El acopio de pruebas de la corrupción se ha facilitado en la medida en que los empresarios se han acogido a la figura del arrepentido para recibir beneficios penitenciarios a cambio de colaboración judicial. Sin embargo, la reacción de la ex mandataria Cristina Fernández de Kirchner ha sido siempre la misma: declararse víctima del Gobierno de Mauricio Macri y, por tanto, perseguida política. Pero ahí están los cuadernos (perfectos testigos mudos del crimen), los imputados arrepentidos, los empresarios detenidos, los bolsones, las bolsas negras, el automóvil, el chofer, etc. ¿alguien puede dudar de la trama corrupta presidencial?
La mayoría de las licitaciones públicas tenían sobreprecio, no se terminaban o cuando se terminaban eran de tan mala calidad, que había que repetirlas y así sucesivamente, de modo que no se trata de simples “hechos aislados”, sino de una degradación institucional en todos los niveles. El Gobierno kirchnerista ha sido, en realidad, funcional a la corrupción y, por tanto, cada vez se conocerán nuevos hechos y nuevos actores. Y lo peor es que las desgracias no vienen solas (como las enfermedades), sino bien acompañadas de otros males como la inversión de valores, el culto al dinero fácil, la impunidad, la espiral de violencia.
La angurria por concentrar el mercado del poder, la opaca y pésima administración del Estado, la impunidad, el pernicioso caudillismo y prorroguismo, sin ser las únicas, figuran como las principales causas políticas de la corrupción. La falta de institucionalidad, independencia y separación de los poderes, libertad de expresión, transparencia y el deber de rendir cuentas, entre otros factores, se encargan de abonar igualmente el terreno para la corrupción.
Las prácticas corruptas siempre florecerán en la oscuridad del totalitarismo, del autoritarismo y de las dictaduras, regímenes que limitan el poder a unos pocos sin tener que rendir cuentas al pueblo; además, están conectadas a la violación sistemática de los derechos humanos y las libertades públicas. Hay que recordar que la alianza entre los poderes “salvajes” y la opacidad, sólo puede ser derrotada por la coalición entre la libertad y la transparencia.
La corrupción en sus diferentes formas no es privativa de ningún país en particular, al contrario, se encuentra globalizada y constituye una amenaza general, que socava la legitimidad de las instituciones, atenta contra la sociedad, el orden y el desarrollo sostenido e integral de los pueblos. Los argentinos esperan que se sancione con todo el rigor de la ley a todos los que se afanaron la guita y le sacaron el pan de la boca a los más necesitados. La justicia argentina tiene la palabra.