Los efectos “pos Haya”

EDITORIAL 07/10/2018
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El fallo adverso de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) ha tenido dos efectos obvios: por una parte, causó una gran desazón nacional y, por otra, está siendo utilizada con fines políticos.

El uso político del fallo iba a ser una consecuencia inevitable, aun si hubiese sido positivo para Bolivia porque, en este caso, el Gobierno lo habría utilizado a su favor. Si el tribunal de La Haya le hubiera dado la razón a nuestro país en la demanda, la imagen del presidente Evo Morales habría repuntado nuevamente y esa sería la base para justificar su repostulación. Como ocurrió lo contrario, la manipulación del fallo está, también, en ese sentido; es decir, es la oposición la que lleva agua a su molino.

Pasado el impacto, menudean las críticas. Los opositores no han tenido ningún reparo al calificar el resultado en La Haya de “rotundo fracaso” y señalan como único culpable a Morales. Se trata de una obvia exageración porque, más allá de la conducta de unos y otros, lo cierto es que quien demandó a Chile ante la CIJ fue Bolivia, un país, y no una sola persona. Como ya apuntamos en un anterior editorial, todos tenemos responsabilidades en lo sucedido y debemos asumirlas.

Pero a los opositores no les sirve el argumento de la responsabilidad compartida. Lo que a ellos les conviene es cargar todo al presidente porque saben que, así, le restan puntos. Muchos de los análisis que se publicaron sobre el fallo van en ese sentido. La intención también es obvia: si en la conciencia colectiva cala el discurso de que el culpable del fracaso en La Haya es Evo Morales y, peor aún, si la gente llega a creer que nunca más tendremos mar por eso, entonces crecerá el rechazo y, aunque el presidente termine repostulándose a su cargo —contra viento, marea y la Constitución—, la posibilidad de que sea derrotado en las elecciones aumenta considerablemente. 

Así está el panorama en este inesperado escenario “pos Haya” y el Gobierno lo sabe. Por eso es que ya está orientando su discurso hacia líneas argumentales que recién comenzamos a distinguir. Comenzó intentando convencer a la gente de que lo sucedido en La Haya no fue una derrota y no lo consiguió. Los argumentos al respecto, particularmente de un ex ministro que dijo que ahora estamos mejor que antes del fallo de la CIJ, no sólo provocaron burlas sino también indignación. Por eso es que ahora se está ensayando otro discurso, el de la conspiración.

Para el Gobierno, el fallo es el resultado no sólo de una conspiración sino de algo más grande, una “megaconspiración” en la que está involucrado —cuándo no— el gobierno de Estados Unidos en connivencia con la oligarquía chilena. Se trata de un discurso facilón pero efectivo porque, además de justificar el fracaso, permite frenar a la oposición. Si el mal resultado en la CIJ se debe a la confabulación EEUU/Chile, todos los argumentos que se le aproximen forman parte de ella. Entonces salta lo siguiente: los que hablen contra el Gobierno por el fallo de La Haya, forman parte de la conspiración y cometen traición a la Patria. Eso arrastra no sólo a los opositores sino a todos quienes hablen mal de nuestra derrota.

También es obvio que no podemos aceptar esos argumentos. En momentos tan difíciles como este, lo mejor es ratificar una postura propia. Si consideramos que el fallo fue un fracaso, hay que asumirlo y seguir adelante, buscando alternativas para tener salida al mar, mejor si no es dialogando con Chile. 

Que los políticos se peleen… eso es parte de su esencia. Nosotros busquemos soluciones.

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