Juicio millonario ¿para qué?

07/10/2018
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Los bolivianos somos proclives a judicializarlo todo. Cuando conciliar resulta la vía más productiva, amigable y positiva. Casi siempre en lugar de ganar se pierde y en lugar de encontrar sosiego y paz, se vive en un estado de intranquilidad, confrontación y carencia que ocupa  nuestra vida. 

Los últimos acontecimientos judiciales relativos al mar, provocan reacciones emocionales inesperadas e indeseables, fruto de la intencionalidad política con que se ha conducido este proceso. Este hecho nos hace revivir el dolor de los chuquisaqueños, frente al injusto trato del gobierno plurinacional, en el “Campo Incahuasi” que, a vuelta de página La Haya le cobra factura.

Históricamente el problema de la reivindicación marítima ha sido un tema que sirve para el uso hipócrita de su verdadera esencia y sentido nacional. Como resultado, se ven las muestras de  rechazo a una sentencia ajustada al derecho internacional, tal vez excesiva, pero en el fondo la finalidad no constituía un retorno efectivo al mar –como se hizo creer– sino abrir un periodo de negociaciones cuyos resultados eran una incógnita, porque la CPE de Chile cierra toda posibilidad a cesión territorial con soberanía. 

El poder y el regionalismo andino comenzó muy mal ya el Siglo XX. Un rosario de problemas internacionales conmovieron las fibras más íntimas de la bolivianidad: El Acre, los territorios del noroeste con El Perú, El Litoral, y las primeras pérdidas en El Chaco, son los resultados del arrebatamiento de la Capital Sucre (1898 -1899). Parece proféticamente cierto que avasallada la ciudad heredera del mensaje de los libertadores: Bolivia acabó escarnecida y derrotada.  

Desde el Tratado de 1904 aprobado por el poder de ese tiempo, con rechazo total de los parlamentarios del Sur –para ser precisos de72 congresales, sólo votaron 42 a favor, por tanto, no reunieron los dos tercios de votos necesarios–el tema del mar siempre se orientó hacia Arica (Perú) y se obviaron los puertos verdaderamente bolivianos, por eso en el Tratado de 1929, Perú y Chile, pusieron un candado en la Línea de la Concordia para Bolivia. Esa política promar, fracasa finalmente con el gobierno de Evo Morales, y sobre seguro permitirá romper el centralismo y los vicios de la política andina tradicional.

Los políticos olvidaron asimismo que el Sur tiene una lógica de desarrollo multilateral con una relación directa con su entorno: El Ande, y las cuencas del Plata y Amazonas, que el centralismo  ignoró creando un eje que genera desequilibrios y asimetrías. El triángulo geopolítico de Charcas –Heartland  Continental– fue suplantado a partir del Siglo XX con una anomalía que constituye hasta hoy, un obstáculo por vencer. 

La agenda del futuro sobre la base de nuevas estructuras federales tendrá que pensar que los procesos de integración que por hoy son sólo declarativos y sujetos a intereses ideológicos, sean verdaderos procesos que beneficien a nuestros pueblos sin exclusiones ni cálculos políticos, sino fruto de una sana cultura política. Actualmente en el Sudeste, se ven posibilidades ciertas para Puerto Busch, que ojalá se tomen con seriedad. Este proyecto fue originalmente concebido en la Presidencia de Don Gregorio Pacheco, mediante una carretera que debía unir Sucre con Puerto Pacheco. Posteriormente, ese eje pasó a ser sustituido por la carretera Puerto Suarez, Santa Cruz, Cochabamba, La Paz. 

Estos albores del Siglo XXI se muestran decadentes con extremos de violencia y corrupción, irresponsabilidad y falta de compromiso. Este siglo de esperanza y cambio se hace esperar; felizmente surgen nuevos procesos fundados en la conciencia de pequeñas masas críticas, cuyos esfuerzos intelectuales, sociales y económicos permitirán aspiraciones de bien y justicia.

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