Ambas ciudades fundadas durante el siglo XVI tienen mucho en común, especialmente en historia colonial y republicana y en el rol que ambas jugaron durante el proceso independentista.
Su arquitectura tiene grandes similitudes y, da pena decirlo, las mayores diferencias están en el estado de conservación de su riqueza arquitectónica y cultural. Salta, de 500 mil habitantes, ha mantenido un crecimiento mucho más armónico que el nuestro y ha sabido mantener su centro histórico limpio como una patena, bellamente iluminado, con sus hermosos templos abiertos a los miles de turistas que visitan Salta, la linda, como se la conoce internacionalmente, aunque todavía no tiene el título de patrimonio mundial otorgado por la Unesco, a pesar de haber cumplido ciertamente con los requisitos para obtenerlo.
En la gestión del anterior gobernador salteño, se inauguró el museo dedicado a la memoria de Martín Miguel de Gúemes, cuya personalidad es imposible de sintetizar, pero el museo se encarga de difundir la corta pero prolífica e increíble vida de un hombre de regia estirpe. Al finalizar el recorrido, el visitante se queda con el mensaje que expresa que el prócer argentino, de diez días de agonía, pasó a la gloria de la eternidad cuando se negó a aceptar la libertad condicionada que le ofrecían sus captores, porque no estaba dispuesto a dejar de luchar por la independencia y la libertad.
Otro de los muchos museos, modernizado por el actual gobernador, es el de arqueología de alta montaña MAAM, que cobija a los niños del Llullaillaco, volcán situado en la provincia de Salta, son momias conservadas bajo un sistema especial de bajas temperaturas, transferencia indirecta de frío, estabilidad térmica y atmósfera modificada con registros electrónicos permanentes.
A media cuadra está el Cabildo, hermosa casona que durante el paseo deja al visitante impregnado de historia, otra joya salteña que se suma a las características típicas de una ciudad limpia, sin cables expuestos, con iluminación envidiable de sus varios monumentos y templos abiertos hasta en la noche para solaz de los visitantes.
Miles de turistas llenan los hoteles, los restaurantes y espectáculos folklóricos incentivando un turismo importante, por lo que es fácil suponer que será un camino cierto para superar la aguda crisis económica actual resultante del jolgorio del pasado.
Sucre tiene por supuesto atractivos importantes. La Casa de La Libertad está impecablemente mantenida y administrada, el Museo Charcas de la Universidad se suma a otros bien conservados, incluyendo a algunos privados, pero hay otros resultantes de increíbles esfuerzos que requieren urgentemente recursos, como el de la Catedral, para citar un ejemplo. Los templos necesitan restauración, la Catedral Metropolitana que es un patrimonio nacional, tiene a su emblemática torre en riesgo que parece no preocupar a las autoridades.
Una ciudad mal mantenida, con templos cerrados y mal conservados, sin iluminación en sus monumentos, con maraña de cables que aumentan constantemente, sin control adecuado de su patrimonio y de sus características tradicionales, obviamente no puede aprovechar de un recurso tan efectivo como es el turismo.
Ojalá se logre que quienes tienen en sus manos la administración de la ciudad y de sus recursos, reaccionen por lo menos imitando el ejemplo de ciudades que hacen honor a su nombre, como el caso de Salta, la linda, que motiva esta nota.