"La humanidad posee dos alas, una es la mujer y la otra es el hombre. Hasta que las dos alas no estén desarrolladas por igual, la humanidad no podrá volar” Abdu’l-Bahá
Todos nacemos con los mismos derechos y con las mismas capacidades, cuando somos niños lactantes nos acurrucamos para brindarnos calor, fraternidad y nuestra vida en comunidad y así mantenemos en sociedad.
Nuestras primeras diferencias se establecen en la vestimenta que nos dan nuestros progenitores, si somos varones con ropita celeste y si somos mujeres con ropita rosada, a partir de ese momento se inicia el proceso de las relaciones diferentes de género, como construcción social, que cada vez se hacen más patentes, pues estas diferencias continúan con la entrega de determinados juguetes para cada sexo, determinados cuidados a las mujeres y determinados cuidados a los varones, pero también las actitudes, para unos más condescendientes y delicadas, y para otros más rígidas y determinantes y ni qué decir de los trabajos, para los varones trabajos pesados y para las mujeres trabajos livianos, lo mismo ocurre con las remuneraciones.
Así se van estableciendo los roles sexistas y sociales de cada género, estas construcciones han hecho que los derechos sean distintos, de ahí que la lucha por la conquista de la igualdad de género sea una prioridad para las nuevas sociedades, que con cambios legales, sociales y económicos poco a poco van conquistando y configurando una sociedad que exprese de manera individual la igualdad de derechos, oportunidades y obligaciones.
En las culturas originarias, históricamente se ha construido un valor social denominado complementariedad, a partir de ella la comunidad es el escenario social donde convergen varones y mujeres, con actividades y roles sin ninguna discriminación, más bien con un sello de que cada quien se complementa con el otro, podríamos hacer una analogía con las manos, si bien cada una hace cosas distintas se complementan para los logros y los avances, de la misma manera el varón y la mujer son seres que se complementan, colaboración mutua en las actividades laborales, en la dirección y liderazgo, en las actividades de educación y de mantenimiento de su raíz cultural.
La escuela se ha convertido en el difusor de la primera corriente, es decir de los roles sexistas individuales y diferentes, prevaleciendo la violencia y la discriminación hacia las mujeres haciendo que varones desarrollen determinadas capacidades y determinadas acciones y las mujeres otras capacidades y otras actitudes en la sociedad, por esta razón aún tenemos establecimientos educativos unos para varones y otros para mujeres con distintas orientaciones curriculares.
Parecería que es una dicotomía, ¿ahora qué decisión tomamos…? Vamos en la lucha por la conquista de los derechos individuales de las mujeres o asumimos la complementariedad como parte de un proceso de construcción de la sociedad.
Las dos vertientes tienen su perspectiva y sus objetivos claros, buscan una sociedad distinta a la actual, sin sobrevalorar a ninguno de los géneros, una sociedad de mayor justicia y armonía, una sociedad donde se valore el aporte de todos, una sociedad que emprenda vuelo con las dos alas y pueda lograr ese ideal de sociedad sin discriminaciones, sin violencia, sin sobrevaloraciones y subvaloraciones.
Una sociedad donde hombres y mujeres se sientan parte de la misma como constructores de la nueva sociedad, esa es la tarea de la educación y la escuela, como pilares de este proceso de ruptura de la herencia de desigualdad, violencia y discriminación que todavía subsiste.