Los católicos que frecuentan la eucaristía dominical, saben muy bien que cada año después de la solemnidad de Cristo Rey del Universo, finaliza el año litúrgico y el domingo siguiente empieza el nuevo año con el inicio del adviento. Este domingo dos de diciembre empieza este tiempo que nos lleva a vivir con nueva alegría la primera venida, que celebramos el 25 de diciembre. Por razones históricas, culturales, religiosas se escogió esta fecha. La iglesia nunca ha precisado las fechas exactas, tanto del Nacimiento, del tiempo dedicado a la predicación y su duración, como de su muerte. Todas son fechas aproximadas con los datos históricos que sí existen.
Podemos señalar como tres advientos: La espera milenaria de la humanidad centralizada en la espera del Salvador del mundo; el segundo adviento es el que hacemos en este tiempo litúrgico, apenas cuatro semanas, que terminamos con la Navidad; y el tercero es la espera de la segunda venida de Jesús que estará llena de poder. Asimismo, hay como tres venidas: La primera se produjo con el nacimiento de Cristo Jesús, la segunda es la que se produce cada día en el corazón de aquel que acoge a Cristo como a su Dios y Salvador, y la tercera es la de todo creyente que espera la segunda vuelta. Y, esto nadie sabe cuándo sucederá, según las palabras de Cristo.
Hoy, en el evangelista Lucas, escuchamos una proclama de esperanza con la que se abre este tiempo de adviento. Se acerca nuestra salvación o liberación, escuchamos en el evangelio. Aquí hay una sintonía con la aspiración radical del mundo de hoy y del cristianismo actual que se pregunta por su accionar en la hora presente del mundo. Hay respuestas a esta inquietud, pero necesitamos la esperanza, la cual nunca nos defrauda. El adviento es tiempo de vivir esta virtud cristiana de la esperanza. Adviento se caracteriza por ser tiempo de esperanza.
Tantos años de búsqueda constante por conseguir una mejor situación social, la desesperación, el desencanto, el desamor, el escepticismo es lo que abunda en el mundo y esto se da a todos los niveles: religioso, social, político, laboral, conyugal, familiar… ¿En qué se quedan los avances técnicos, las promesas y conquista sociales, el mesianismo temporal, la liberación y salvación de la persona por la persona? Hay quienes aseguran que estamos inmersos en una cultura decadente. No temamos y no cedamos al pesimismo ni al derrotismo. La iglesia nos convoca a vivir este tiempo del adviento, tiempo de esperanza, tiempo de vigilar todo lo que estamos haciendo. Para ello se impone una seria revisión de vida. Efectivamente necesitamos una esperanza que no nos defraude. Esta esperanza es Cristo, el Salvador del mundo. No hay otro Salvador. Por eso, “cobren ánimo, se acera nuestra liberación”. Está ya presente la salvación que Dios nos ofrece no solamente para el otro mundo, sino para este momento que estamos viviendo.