Comienza hoy la segunda semana del tiempo de Adviento. En este tiempo nos preparamos a celebrar con nuevo fervor y alegría la primera venida de Cristo con su nacimiento. Navidad celebra el nacimiento de Cristo, ocurrido en Belén. Tanto al finalizar el año litúrgico como al comenzarlo, la liturgia nos recuerda el final del mundo. Hoy, Lucas, el evangelista del ciclo C, nos hace una invitación seria y exigente, para poder hacer renacer de nuevo a Cristo en nuestros corazones. El evangelista Lucas, al igual que Mateo y Marcos, recoge y resume los anuncios del Antiguo Testamento sobre la venida del Mesías, Cristo Jesús. Si la palabra de Dios no la recibimos como dirigida a cada uno, ella no producirá nada en nosotros. Dios cumple sus promesas con su venida al mundo.
El Precursor de Jesús, Juan el Bautista, hace una llamada fuerte para poder recibir la salvación de Dios: conviértanse. La salvación pasa por la conversión, así como no hay resurrección sin la muerte, tampoco puede haber salvación sin conversión. En labios de Jesús la conversión nos lleva de la esclavitud a la libertad. Nadie es más esclavo que el que está en pecado. La conversión tiene, ante todo, una dimensión personal que hace que nos volvamos a Dios de todo corazón. Juan también se fija en los aspectos de la conversión interpersonal. Juan pide frutos de conversión, como vemos en los versículos 12 – 14. Ante la pregunta que le hace la gente: “¿qué debemos hacer?”, Juan pedirá actos concretos de santidad, de justicia, de respeto al prójimo, de paz, de amor auténtico. Hoy siguen resonando estas palabras: “Preparen el camino del Señor”.
Este tiempo de adviento con su palabra, especialmente hoy, nos juzga y es en verdad una verdadera requisitoria a nuestras conciencias adormecidas por la rutina y la indiferencia que hay en la mayoría de los cristianos. Sin duda que nos está juzgando acerca de nuestra postura ante Cristo y en la obra de la salvación, razón por la cual se encarnó y nació de María Virgen. ¿Qué estamos haciendo para que la salvación de Cristo llegue a la humanidad entera? El mandato de Cristo, anunciarlo a todo el mundo, es una exigencia para todo bautizado. Una gran mayoría no ha tomado conciencia de esta exigencia que nace del bautismo que hemos recibido.
Adviento, tiempo de vivificar la esperanza. Y vivir en Cristo es esperar en él. Esperar cuando todo parece invitarnos a no esperar ya, cuando nos sentimos inclinados a desesperar, qué difícil es. Esperar para nosotros y para los demás la libertad que Cristo nos ofrece. Cristo, el Salvador, quiere liberarnos de toda clase de esclavitud, aunque parezca que no hay salida. El mundo nuevo que nos anuncian los profetas y que comenzó con Jesús, Hijo de Dios, se está realizando cada día en Cristo. Esto no es una utopía. Sí, saber esperar en Dios exige saber que él nos espera. Dios nos espera, y Dios espera mucho de nosotros. ¿Qué espera Dios de nosotros y qué esperamos de él? Animémonos a responder estas preguntas.