Como experimentamos cada día, el flujo de información ahora es extremadamente amplio, complejo y pesado, por lo que el simple almacenaje de conocimientos deja de ser importante; el conocimiento debe ser aplicable.
Los organismos procesan activamente la información, y no son meros receptores pasivos de sensaciones, por ello resulta claro que la influencia de los procesos lógicos del pensamiento a través del tiempo permitió desarrollar la ciencia hasta nuestros días, pero queda claro también que ese proceso ha tenido que adaptarse a la forma de visualizar y entender la realidad que se desplegaría en cada época.
Así la ciencia moderna desde mediados del siglo XIX hasta los inicios del siglo XX, transita por un periodo en el que el dominio del pensamiento lógico formal tiene valor universal y constituye un instrumento indispensable para la transmisión de la verdad sostenido en cuatro principios que son la base para la certeza absoluta. Así las verdades de la lógica son verdades necesarias y válidas, generadas con independencia de la experiencia caracterizándose por su linealidad y mecánica forma de ver la realidad de forma universal, reglada, pero sobre todo estática.
A partir de las críticas a esta forma de pensamiento, en el siglo XX, impulsado por la renovación intelectual que trae la revolución científica, emergen posturas críticas a la lógica formal que no había respondido a la realidad de una revolución del pensamiento social de la época. Estas posturas se denominan las lógicas no formales por cuanto tienen en común el cuestionamiento de los principios y la estructura misma de la lógica formal o clásica.
En la lógica formal cualquier contradicción hace que el sistema colapse y presenta como absurda cualquier argumentación, sin embargo, a partir de los planteamientos de las lógicas no formales, algo evita el colapso, las lógicas para la inconsistencia formal controlan la contradicción e incorporan la dialéctica como recurso que dinamiza los procesos del pensar.
A partir de mediados del pasado siglo, la investigación en diferentes disciplinas encontró nuevas formas de concebir y representar propiedades de la realidad y una interacción de numerosos elementos que van cambiando esas propiedades y por supuesto también esa realidad, así existe una ruptura espontánea del equilibrio, por la formación de patrones donde antes no los había y que abren una nueva forma de ver el planeta; el pensamiento lógico dialéctico se hace insuficiente.
Los intercambios, articulaciones e interconexiones que devienen de la sociedad del conocimiento del siglo pasado, además de la consolidación de un mundo subatómico que cambia las formas de ver la naturaleza misma, nos enfrentan a una serie de contradicciones que, desde la perspectiva del pensamiento lógico lineal y lógico dialéctico, se hacen insuperables pero, por si fuera poco, las fundamentaciones científicas clásicas enfrentan la inconsistencia e incertidumbre como escenarios ineludibles para entender mejor esa realidad que ahora es compleja.
Entonces, el tratamiento de la incertidumbre emergente de la apertura de la razón a nuevas formas de pensar y ver la realidad debería tener una forma abierta de ser abordada; esa forma abierta tiene estrecha relación con la percepción de la realidad que se plantea en la transdisciplinariedad, donde se supera la dualidad de las concepciones de la lógica no formales y nos introducen a la necesidad del pensar complejo.
Por ello se entiende que la experiencia humana ha de ser abordada, por necesidad, con un pensar multifacético; ese pensar, si bien no existe sin cerebro, tampoco existe sin tradiciones familiares, sociales, genéricas, étnicas, raciales, entonces el mundo físico es siempre el mundo entendido por seres biológicos y culturales, por tanto, el pensamiento translógico debe afrontar lo entramado, lo solapado de los fenómenos entre sí, la bruma, la incertidumbre, la contradicción.