El encuentro de María e Isabel

23/12/2018
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Con este domingo, IV de adviento, finaliza la preparación a la Navidad o aniversario del nacimiento de Jesús, el redentor de toda la humanidad. Este domingo tiene un carácter claramente mariano. El evangelio nos narra la visita de la Virgen María a su pariente Isabel. De esta visita ejemplar podremos sacar lecciones para poder celebrar en cristiano, o sea, con fe, el aniversario del Nacimiento de Jesús. No debemos olvidar los cristianos, que María fue la que mejor vivió el adviento y el nacimiento de Jesús, “le esperó con inefable amor de Madre”. María puede ayudarnos a vivir una vida nueva, una vida con mayor profundidad, superando la propaganda consumista.

María recibió la noticia del embarazo de Isabel por medio del ángel. El evangelista pone el detalle de que María, de inmediato se puso en camino para visitar a Isabel y poder ayudarle en esos tres meses últimos del embarazo. Ella llevaba en su seno ni nada más, ni nada menos, que al Hijo de Dios. Fue la primera procesión de Jesús en la custodia santa del cuerpo inmaculado de María. ¡Qué misterio insondable! El creador encarnado en la criatura, María. ¿Quién entiende esto? Los misterios no se entienden, no se comprenden, se aceptan por la fe en Dios que es admirable e insondable. La visita de María para ayudar a Isabel sirvió para proclamar la misericordia de Dios como decía San Pablo VI, en la exhortación Mariales Cultus. Con la visita de María, se convierte ella en la primera evangelizadora, la primera que lleva el anuncio de la Buena Nueva.

Para vivir en Cristo y celebrar la Navidad tenemos que permitir que Cristo viva en nosotros tal como él quiere vivir para realizar los objetivos de la encarnación redentora. Que las personas seamos plenamente personas con la profundidad y la anchura en que la persona se descubre y es hija de Dios y hermana de los demás. Si María fue la primera carne de nuestra raza en que se encarnó Dios, desde ella somos todos la carne en que Cristo sigue viviendo. Desde María, es la persona humana el lugar profundo de la presencia de Dios en el mundo. ¿Creemos esto de verdad y en profundidad? La Navidad es el encuentro de Dios con la persona humana, maravilloso el encuentro de María e Isabel.

Vivir en Cristo hace que los cristianos ofrezcamos a los otros a Cristo en nuestro mismo ser de personas responsables, comprometidas, personas de Dios para la humanidad. Vivir en Cristo y ser de Cristo trae consigo también buscar a Cristo en cada persona. No se puede llegar a ser cristiano sin tener en cuenta a los demás. Todas las personas del mundo entero no pueden ser ignoradas. El cristiano de hoy, miembro de esta comunidad –la Iglesia– en marcha, que va experimentando caminos nuevos, ¿cómo podrá vivir su cristianismo sin tener en cuenta a los demás? Hay que dar pasos. Comencemos por nuestras celebraciones de la misa. ¿Por qué no nos saludamos antes o después de nuestras misas? ¿Por qué no buscamos ponernos junto a algún hermano o hermana que no conocemos?

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