Vistos sus antecedentes, el presidente del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), José Antonio Revilla Martínez, es un profesional abogado competente que comenzó su carrera en el Órgano Judicial desde abajo, cuando fue auxiliar de un juzgado de instrucción.
Con la información que se tiene, eso es lo que se puede decir de él. Para referirse acerca de su desempeño en el Derecho habría que revisar algunos de los procesos en los que participó, checar sus resoluciones judiciales, leer sus fundamentaciones jurídicas. Aun así, no sería posible emitir un juicio completo porque quien tendría que opinar al respecto no tendría que ser un lego en el Derecho sino otro profesional en ciencias jurídicas.
Por lo apuntado, resultaron más que sorpresivas las palabras que pronunció Revilla en el marco del discurso/informe con el que inauguró el Año Judicial 2019 ya que, además de referirse a cuestiones intrínsecamente judiciales, como debería ser un informe de esa naturaleza, se permitió emitir criterios temerarios en torno al papel de la prensa. Dijo, textualmente, que “la prensa, al igual que cualquier institución, no es precisamente objetiva: tergiversa y manipula la información”.
Hablar sobre criterios de objetividad, subjetividad y ecuanimidad en la labor periodística ameritaría no sólo todo un periódico sino un libro, un tratado, por cuanto se trata de temas concernientes al tratamiento informativo que sólo entenderían los profesionales de la información. Revilla no lo es. Él es profesional abogado así que tenemos que evitar referirnos a cuestiones técnicas del periodismo para enfocarnos en las generales.
En un sentido general, gramatical, “tergiversar” es “dar una interpretación forzada o errónea a palabras o acontecimientos” mientras que “manipular” significa, en lo más aproximado a lo que Revilla quiso decir, “intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares”. En ambos casos, estamos hablando de cuestiones subjetivas; de la forma en la que se percibe el mundo que, desde luego, no es homogénea. Pero el detalle que el magistrado, y quienes piensan como él, tendrían que tomar en cuenta es que, por su naturaleza, la tergiversación no compete a quien hace el mensaje; es decir, la noticia, sino a quien lo recibe. Es el receptor el que interpreta de manera “forzada o errónea a palabras o acontecimientos”. Por tanto, el periodismo no tergiversa porque, sencillamente, no puede hacerlo.
La manipulación es otra cosa. Como aparentemente Revilla no lo sabe, el periodismo se divide en géneros y, entre estos, uno es el noticioso y otro el opinativo. Cuando se hace noticias, el periodista o informador debe limitarse a presentar los hechos, sin opinar sobre ellos. Tomando en cuenta que luego vienen los tamices (editores, jefes de prensa o de redacción, directores, etc.) resulta muy difícil intervenir en el manejo informativo. Se opina en las páginas o espacios de opinión, como este editorial, y es cuando se ejerce el derecho a la libertad de expresión.
Descontento con el manejo informativo, Revilla decidió crear una “Agencia Judicial de Noticias” pero es obvio que comenzó mal porque no cumplió su primera tarea informativa: hacerse conocer. Hasta antes de sus exabruptos sobre la prensa, la mayoría del país desconocía su existencia.
En cuanto a su contenido, este amerita un editorial aparte porque, por lo que se puede ver, está muy lejos de lo que Revilla quiso pintar en su discurso/informe.