Desde que el idioma español tiene memoria, “indio” era un gentilicio; es decir, un adjetivo que denota relación con un lugar geográfico, en este caso la India. “Indio”, por tanto, era “natural de la India, país de Asia”. En torno a esa relación con la India surgió toda una cultura que se manifestó en las ciencias y las artes. Un pequeño ejemplo de ello es el grupo de lenguas indoiranias del centro y norte de la India y de Sri Lanka, entre las que destacan el hindi, el urdu, el cingalés, el bengalí y los extintos sánscrito y prácrito. Pero eso no es todo. Las lenguas indias, que formaron parte del denominado grupo indio, fueron también literarias y, entre estas, destacaron el védico y el sánscrito.
Todo ese cúmulo de cultura chocó contra un hecho histórico, la llegada de Colón a Abya Yala o Allpa Pacha, el continente que los europeos bautizaron como América. En la versión tradicional, Colón buscaba una ruta alternativa a la India, pues la que usualmente se utilizaba estaba bloqueada por el bloqueo musulmán al Indostán, así que cuando llegó a América creyó que, efectivamente, estaba en el país de las especias.
El hecho de que se haya creído, por un corto tiempo, que las tierras encontradas por Colón eran la India dio lugar a que, desde ese inicio de la fusión cultural, se llamara indios a sus habitantes. Cuando se comprobó que aquella tierra no era la India sino otro continente, fue difícil corregir el equívoco en el imaginario colectivo. Por ello, se las llamó “Indias occidentales” y se mantuvo el uso del gentilicio. El de “americanos” comenzó a utilizarse mucho después.
Lamentablemente, y como todos sabemos, el encuentro de culturas no fue tal sino, más bien, un choque. Los europeos se apropiaron de las tierras, que creían nuevas y sin dueño, y, para hacerlo, no duraron en recurrir al genocidio, como pasó en Norteamérica. En la mayoría de las colonias, los americanos, los indios, fueron sometidos a condiciones de servidumbre que en algunos casos llegaron, incluso, a la esclavitud.
Durante el oscurantismo, las versiones que se difundían sobre los indios eran mentiras y exageraciones que los describía casi como monstruos. Se enfatizaba en su desnudez y en muchos grabados hasta se los representaba con algunas características zoomorfas. Así, no fue raro que el gentilicio “indio” pase a convertirse en un adjetivo calificativo con un alto sentido peyorativo. Por tanto, el indio que no era natural de la India era algo así como un subhumano, una criatura que se asimilaba a un mueble o al ganado.
Ni siquiera el paso del tiempo logró cambiar el sentido despectivo al adjetivo “indio”. Incluso ahora, el Diccionario de la Lengua Española incluye “indio” como una sexta acepción, con el agregado de “despectivo”, válido para Bolivia, Colombia, Guatemala, Nicaragua y Venezuela con el significado de “inculto” o “de modales rústicos”.
Por esas y otras razones complejas de tratar en un espacio tan reducido como este, en nuestro continente casi no se utiliza el adjetivo “indio” para referirse a sus habitantes. Se prefiere utilizar “indígena” cuyo verdadero significado es “originario del país de que se trata”. Es un error. Si se utiliza este otro adjetivo, que se aplica también como sustantivo, se está refiriendo a cualquier persona nacida en determinado país o territorio. Por ello, todos somos indígenas de nuestros respectivos países, puesto que nacimos en ellos, pero solo son indios los habitantes de la India y del continente americano.
Este es un tema que debería considerarse en la ONU en el año internacional de las lenguas indias que; sin embargo, el organismo internacional también denomina “indígenas”.