Este tema ya fue motivo de preocupación y comentario hace un año, pero como en esta ciudad todo parece caer en saco roto, no hay otra alternativa que seguir insistiendo con la esperanza de que algún día, alguna autoridad, haga un esfuerzo por revertir las condiciones que en algunos servicios como el de los taxis, dan vergüenza cuando los visitantes recurren a ellos porque nosotros, por lo menos la mayoría, parece que estuviéramos resignados.
El caso del transporte público en taxis es ciertamente uno de ellos. Cuando uno visita otras ciudades dentro o fuera del país, sobre todo las que como la nuestra tienen fortalezas turísticas, es inevitable efectuar comparaciones, especialmente aquellas relacionadas con los servicios de transporte y seguridad.
Obviamente, esta nota no tratará de las excepciones, una de las cuales es la de los que cumplen el servicio al aeropuerto y alguno que otro lunar en la ciudad, pero en la generalidad de los casos el servicio es sencillamente pésimo.
Para empezar, no existe un registro municipal completo ni de vehículos ni de conductores. Los pasajeros no tienen idea de quieén los conduce. Esa identificación completa en el espaldar del conductor tan necesaria para dar seguridad y confianza al pasajero, tan común en otras partes, es simplemente inexistente en nuestro medio.
Por otra parte, la gente que precisa el servicio se ve obligada a hacer señas a los que son y no son taxis, con lógica molestia de los que no son, porque nadie obliga a que los automóviles de servicio tengan un color definido, como en cualquier parte del mundo, y un letrero claro de identificación inclusive iluminado para facilitar su reconocimiento.
Obviamente, hay que considerar la pobreza de nuestro medio y el esfuerzo de quienes se dedican a taxistas por necesidad, pero algo se puede hacer. Ya se citó el ejemplo de Madrid en España, donde los vehículos son blancos y tienen franjas diagonales de color rojo en ambos lados, bien visibles, que permiten ser identificados con mucha facilidad. Hay modos imaginativos baratos, pero claro, requieren dedicación, responsabilidad e imaginación, lo que no son características de la repartición municipal correspondiente que, dicho sea de paso, sigue ignorando el establecimiento de paradas oficiales para los vehículos de transporte público, a pesar de las constantes sugerencias de diferentes medios de comunicación.
Y otra cosa, acaso la más importante. La pobreza no justifica la falta de higiene en vehículos y conductores. Especialmente en la noche es un martirio tomar un taxi porque además de todo lo dicho, resulta que están parcialmente ocupados porque los conductores se hacen acompañar con sus esposas o parejas y muchas veces inclusive con bebés. Difícil describir aspecto y olores.
¿Cuándo le daremos los capitalinos la importancia que tiene nuestra ciudad y cuándo sus autoridades se ocuparán de cuidar la imagen y la seguridad? Duele escribir notas como la presente, pero da vergüenza este servicio que debería caracterizarse por su seguridad, su higiene y su eficiencia.
Nos hemos resignado inclusive al mal trato ya que la mayoría de los conductores sólo permiten el ingreso a sus vehículos cuando preguntan dónde va el pasajero para considerar si la ruta les conviene. Perdón a las pocas excepciones que no deben sentirse afectadas por este comentario que deberían respaldarlo, porque manteniendo las cosas como están todos quedan mal, así como las autoridades y toda la ciudad.