Bolivia se sumerge a partir de hoy en un largo feriado en medio de dos noticias económicas importantes: la suscripción de un acuerdo comercial de compra y venta de gas licuado de petróleo al Paraguay y la manifiesta intención del Gobierno boliviano de construir una planta de baterías de litio en India.
Ambos temas merecen ser tratados aparte pero en esta ocasión nos ocuparemos del litio debido a que la intención manifestada el viernes viene a ser uno más de los muchos anuncios que se hicieron públicos sobre ese recurso energético a lo largo del ya dilatado gobierno de Evo Morales.
Entre los últimos anuncios está, por ejemplo, el lanzado en abril del año pasado cuando el viceministro de altas tecnologías energéticas, Luis Alberto Echazú, anunció la sociedad entre el Estado boliviano y el consorcio alemán ACI Systems para la construcción de cuatro plantas de litio a escala industrial.
En ese entonces se informó que las plantas proyectadas eran una de hidróxido de litio, otra de materiales catódicos, una tercera de hidróxido de magnesio y, finalmente, una última de baterías de litio. Su costo global debía ser de 1.328 millones de dólares pero no se dijo dónde iban a estar instaladas cada una de ellas.
Ahora aparece el gerente de Yacimientos del Litio Boliviano (YLB), Juan Carlos Montenegro, para anunciar que la intención del Gobierno es construir una planta de baterías de litio en la India. ¿Es una de las cuatro anunciadas hace menos de un año por Echazú o una segunda destinada a producir las baterías que cada vez tienen mayor demanda como consecuencia de la masificación del uso de los teléfonos celulares?
Como siempre, el Gobierno no proporciona mayores detalles cuando se trata del litio y repite su discurso de la necesidad de industrializar ese recurso.
El problema es que mientras el Gobierno se la pasa haciendo anuncios, otros países ya han tomado la delantera y están industrializando el litio. Esos son los casos de Argentina y Chile que, teniendo salares pequeños, insignificantes frente al que Bolivia tiene en el sudoeste potosino, ya están produciendo y, por tanto, están copando —o ya han copado— el mercado de litio en el mundo.
Los gobiernos de esos países no hicieron anuncios. Construyeron sus plantas y comenzaron la producción. Según los reportes oficiales, Bolivia sigue construyendo las suyas.
Por la información dispersa sobre el tema, se sabe que hay cuatro plantas en construcción, las plantas piloto para sales de potasio, carbonato de litio y baterías ion-litio, materiales catódicos y una cuarta fábrica para el cloruro de potasio. Como se ve, no aparecen las anunciadas plantas para hidróxido de litio e hidróxido de magnesio. En el cibersitio del Ministerio de Energía e Hidrocarburos se menciona también la planta de ensamblado de baterías pero sin consignar ubicación ni grado de avance. Se presume que es la que se recicló en la planta de volatilización de La Palca pero no hay informes al respecto. Tampoco se permite a nadie ingresar a ese lugar.
En resumen, hay profusión de anuncios y pocos resultados. Se mantiene la actitud de retardar el ingreso de Bolivia al mercado del litio como si esa fuera una actitud adrede para beneficiar intereses desconocidos.
Y ahora se habla de construir una planta en otro país, en otro continente. ¿Acaso se industrializará el litio levantando costosas infraestructuras en naciones remotas? ¿Se generará empleo en la India en lugar de en Bolivia?
El 21 de febrero, el Gobierno confirmó que las reservas de litio en el Salar de Uyuni son de 21 millones de toneladas, más del doble de lo previsto. Es hora de que se proporcione información actual y exacta sobre lo que está pasando con la industrialización de ese recurso.