Machismo inveterado

EDITORIAL 08/03/2019
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Hoy es el Día Internacional de la Mujer y, como pasa en fechas similares, eso dará lugar a actos conmemorativos, felicitaciones, mensajes en redes sociales y una variopinta muestra de expresiones públicas que, más allá de homenajear a la mujer, simplemente reflejarán la hipocresía de una sociedad que tiene en el machismo a uno de sus pilares.

Al margen de las leyes promulgadas hasta ahora, y que existen en Bolivia en buen número, nuestra sociedad poco o nada ha hecho para cambiar la idiosincrasia machista de sus integrantes.

El machismo está presente en todas partes: en la crianza de los hijos, en los hogares, en la educación y en la distribución técnica del trabajo. Así, cuando tenemos hijos, solemos vestir de rosa a las mujeres y de azul a los varones y, si de juguetes se trata, compramos muñecas para las niñas y armas para los niños. Ahora, después de siglos de repetir esas conductas, sabemos que eso es machismo.

El machismo está en las escuelas y colegios, en los libros y en las redes sociales. Más allá de estupideces como poner una “e” al final de los adjetivos, el lenguaje no es inclusivo porque nuestra mente está programada en masculino. Existen sustantivos que admiten femenino y, por tanto, deberían ser utilizados como tales tratándose de mujeres pero seguimos diciendo “fiscal” a las fiscalas y “concejal” a las concejalas. Algo parecido sucede con las médicas, las ingenieras y hasta las presidentas. El machismo idiomático es tal que se ha llegado al extremo de inventar una supuesta carta de una profesora en la que se hace burla del uso del femenino en sustantivos esencialmente masculinos.

La división técnica del trabajo no solo se refleja en las diferencia de salarios entre hombres y mujeres sino, también, en la asignación de espacios para cargos electivos. Pese a que la ley obliga a presentar candidaturas paritarias, en el mismo número para mujeres que para hombres, estos últimos se dan modos para conseguir ventajas. Peor aún, todavía hay regiones del área rural en las que se obliga a las mujeres a renunciar a sus cargos para habilitar a sus suplentes varones. Esto ha motivado que se promulgue una ley contra el acoso político.

Así, en ese desalentador panorama, no debería extrañar que haya actitudes machistas que parten desde lo más alto, del Presidente del Estado, hasta los hogares más humildes del área dispersa donde todavía se considera que las hijas mujeres son aptas para el servicio doméstico.

El Presidente ha hecho gala de varias expresiones machistas que nos han confirmado que esa actitud forma parte de su personalidad. Si ese es el ejemplo que viene desde arriba, no es raro que haya gente de su partido que considere el machismo como algo natural.

La última expresión pública en ese sentido provino de un polémico dirigente de los cocaleros del Chapare a quien se escucha decir, en un video, que ha conseguido que un ministro se quede “hasta altas horas de la noche” a cambio de la compañía de mujeres presumiblemente de pollera porque las llama “cholitas”, además de “misses”.

Esa actitud se aproxima a la “venta u otros actos de disposición del ser humano con o sin fines de lucro” que es mejor conocida como trata de personas, tipificada como tal en el artículo 281 bis del Código Penal. El delito, de ser comprobado como tal, se castiga con privación de libertad de diez a quince años.

Como se ve, las supuestas acciones del dirigente cocalero no son un chiste ni deben considerarse como tales. Es algo muy serio y, por ello, resulta llamativo el silencio de las mujeres del Gobierno que están en instancias de decisión. Al parecer, el machismo también tiene sus dobleces en política y es ejercido por hombres y mujeres por igual.

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