El gobierno de Evo Morales está ante una crucial disyuntiva: se le abre
el camino que conduce tras los pasos de Nicolás Maduro o preservar las buenas relaciones con todos nuestros vecinos
La decisión del Gobierno de Paraguay de dejar definitivamente la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y sumarse al grupo de países que promueve la creación de otro organismo regional, PROSUR, ha dado a Bolivia un nuevo empujón hacia un lugar cada vez más marginal en el escenario político regional e internacional.
En efecto, la decisión paraguaya puede ser interpretada como la estocada final, como si todavía hubiera hecho falta una, para liquidar definitivamente la UNASUR, un organismo que nació como pilar principal del proyecto del denominado “socialismo del siglo XXI”. En su momento de mayor auge, contó con el decidido apoyo político, y sobre todo económico de Hugo Chávez y Lula da Silva. Bolivia, Ecuador y Argentina, cuyos gobiernos también se alinearon decididamente tras esa iniciativa.
Chile, Colombia, Perú y Paraguay nunca mostraron mucho entusiasmo pero tampoco le dieron la espalda. Así, en su momento de mayor fortaleza, UNASUR llegó a plantearse como una fórmula superior a los proyectos integradores que la precedieron.
El panorama actual es diametralmente opuesto. Uno tras otro, los países sudamericanos han ido abandonando el organismo y hoy sólo quedan Venezuela y Bolivia, como un patético par de países empecinados en dar la espalda no sólo al resto de los países suramericanos sino al mundo entero y, lo que es aún peor, a la realidad.
En efecto, mientras el gobierno de Evo Morales se obstina en acompañar al chavismo en su agonía, todos los demás países sudamericanos avanzan con paso firme en la dirección contraria. Y habiéndose ya consumado la muerte de UNASUR, se han dado a la tarea de crear PROSUR.
La primera reunión del nuevo organismo internacional que está en proceso de gestación se realizará el próximo 22 de marzo en Santiago de Chile. Y aunque nadie ha cerrado las puertas a Bolivia, ha quedado claro que una condición indispensable para adquirir la membresía de PROSUR es el pleno respeto a las instituciones democráticas. Se ha propuesto, por eso, que a la reunión fundacional sea invitado Juan Guaidó.
En ese contexto, el gobierno de Evo Morales está ante una crucial disyuntiva. A un lado, se le abre el camino que conduce tras los pasos de Nicolás Maduro, con la compañía de Nicaragua y Cuba. Al otro, preservar las buenas relaciones con todos nuestros vecinos. Lo primero, en términos de política internacional, equivale a una autoinmolación. Lo segundo, a un elemental acto de reconciliación con la realidad.