Inyección de ánimo a los discípulos

17/03/2019
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Iniciamos hoy, los cristianos de la Iglesia católica, la segunda semana de Cuaresma, cuya meta es llegar a la Pascua renovados en el espíritu para realizar nuestros votos o promesas bautismales. Cada año, en el primer domingo de cuaresma se presentan a nuestra reflexión, las tentaciones de Cristo en el desierto, su oración y el ayuno que realizó antes de iniciar la evangelización, llamado a la conversión. Jesús de Nazaret, aunque es Dios y hombre, fue tentado, pero venció las tentaciones que le propuso el diablo. Las tentaciones estaban dirigidas a que Jesús se apartara de cumplir su misión, la voluntad del Padre. En este pasaje contemplamos al Jesús hombre que es tentado y vence. Es un llamado a todos para que venzamos las tentaciones.

Hoy, segundo domingo de Cuaresma, se nos invita a contemplar a Jesús en su divinidad: Jesús es Dios y hombre. Por un momento y de manera inesperada se deja ver ante Pedro, Santiago y Juan, en todo el esplendor de la divinidad. A este hecho lo llamamos la transfiguración, producida en un pequeño monte de Palestina que, lleva el nombre de monte de la Transfiguración. Después de invitarnos el domingo pasado a luchar contra el pecado, hoy nos anima a prepararnos para celebrar la Resurrección de Jesús. Cada persona es humana y divina, porque hemos recibido la gracia bautismal que nos ha hecho hijos adoptivos de Dios nuestro Padre y, todo esto, gracias a Jesucristo, nuestro único Salvador.

Jesús realiza la transfiguración mientras estaba en oración junto con sus discípulos, después que les hubo explicado que era necesario que el Hijo de Dios sufriese la pasión y muerte, pero que al tercer día resucitaría. Ahora, al presentarse transfigurado, muestra la gloria que tendrá después de sufrir. Así, la transfiguración supuso una inyección de ánimo para estos tres discípulos que estaban siguiendo a Jesús, casi sin entender nada. El apóstol Pedro, unos años después, en su primera carta, se muestra orgulloso de poder decir que "estaba con él en la montaña" y que "había sido testigo de su grandeza", porque "recibió de Dios Padre honor y gloria, cuando la sublime Gloria le dirigió esta voz: este es mi Hijo muy amado en quien me complazco".

Los que aceptamos responsablemente la invitación de Jesús a vivir la Cuaresma, no podemos olvidar que este tiempo sagrado nos lleva a la meta de la alegría de Pascua. Que la noche tiene siempre una aurora. Que el túnel conduce a una salida. Que la cruz de cada día nos conduce a la gloria que nos está prometida por Cristo. Que nuestros esfuerzos para ser fieles al Señor no son vanos. En una palabra, estamos invitados a darnos tiempo para conocer más y más la palabra de Dios a través de las enseñanzas de Cristo que nos dará la vida que perdura para siempre. Por la cruz a la gloria de la resurrección. Por la muerte a la vida.

 

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